El año 2015 marcó un hito capital en términos de sostenibilidad con el Acuerdo de París y la promulgación de los ODS.
A nuestro juicio se puede considerar como el inicio de la actual transición ecológica que, supuestamente, nos llevaría a una economía baja en carbono, así como a sentar las bases para abordar de forma creíble los grandes problemas y retos ambientales a los que nos enfrentamos, y que desde el ámbito científico han sido suficientemente ratificados.
La Unión Europea, sin duda, es la que está liderando el discurso de la sostenibilidad y de la lucha contra el cambio climático en el mundo; autoimponiéndose objetivos muy ambiciosos que van a suponer cambios extraordinarios en el tejido productivo y en la gestión empresarial, en la forma de producir, en la movilidad, en el consumo, y en tantos otros aspectos de nuestra vida cotidiana.
Y lo está haciendo a través de la asociación de los potenciales riesgos y de las eventuales oportunidades derivadas de la transición ecológica. Por tanto, el BAU (business as usual) es reconocido como un escenario no válido ante los riesgos ambientales a los que nos enfrentamos.
Si bien el cambio climático es uno de los nueve límites críticos planetarios que ha sido ampliamente rebasado, no es el único. Límites como el de la extinción de especies, o el ciclo del nitrógeno, están en la misma situación de criticidad, siendo la agricultura y, por extensión, el sector agropecuario, los que más impacto potencial tienen sobre el conjunto de los mismos.
Pero, a su vez, son igualmente los que más se ven afectados por esta situación. Se puede decir, por tanto, que la agricultura es el sector más transversal en el ámbito de los límites planetarios. Algo que ocurre igualmente con los ODS.
La agricultura es parte del problema y de la solución. No se puede entender la sostenibilidad sin la agricultura, y viceversa
Para la mitigación del cambio climático son fundamentales las buenas prácticas en la agricultura. Por un lado, genera emisiones de gases de efecto invernadero (v. gr.: dióxido de carbono, metano y óxido nítrico), problema que se ve agravado por la reducción de la masa forestal, pero también es un sumidero de carbono a través de la generación de biomasa y el mantenimiento de los suelos, los principales reservorios de carbono junto con los océanos.
Se puede decir que la agricultura es la principal correa de transmisión del cambio climático y, en general, de la transición ecológica.
Pero la agricultura no es solo un sector “agente”, o activo, en el ámbito del cambio climático; también es un sector “paciente”, o pasivo. De hecho, será uno de los sectores económicos que más se verá afectado en términos de costes y riesgos (de transición y físicos).
En términos económicos, como consecuencia del cambio climático, la agricultura puede experimentar un incremento de los costes, un decremento de los ingresos y una pérdida de valor de los activos como consecuencia de los daños físicos y del efecto de los activos varados.
El cambio climático, a escala global, reducirá las fuentes de agua dulce, promoviendo la desertización y la degradación del suelo. Del mismo modo, someterá a la agricultura a unos rendimientos decrecientes más acusados, con independencia de que se pongan tierras de mayores latitudes en cultivo.
La tecnología y digitalización del sector, la economía circular, las nuevas prácticas culturales, los usos eficientes del agua, así como la innovación en nuevas variedades más resistentes, serán fundamentales para que nuestra agricultura haga con éxito la transición ecológica, aprovechando las oportunidades que esta igualmente presenta.
La tecnología y digitalización del sector, la economía circular, las nuevas prácticas culturales, los usos eficientes del agua y la innovación en nuevas variedades más resistentes serán fundamentales
En la medida en que la agricultura española invierta en sostenibilidad a escala local, verá compensados sus esfuerzos por las consecuencias de los avances de la sostenibilidad a escala global.
Y de paso estaríamos contribuyendo a una transición justa, manteniendo a la población en el medio rural como consecuencia de la preservación de sus medios de vida.
Es el paso de la “multifuncionalidad” a la “transversalidad” de un sector crucial para el desarrollo sostenible.
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