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Para una agricultura de regadío sostenible, optimizar la fertilización considerando los iones disueltos en el agua, debería ser obligatorio para ahorrar insumos y mantener los niveles de fertilidad adecuados.
En otro capítulo habíamos visto la importancia de los análisis de tierra para diseñar un plan de fertilización. Ahora vamos a ver que necesariamente también hemos de contar con un análisis químico de agua de riego.
Para la toma de muestra del agua de riego es aconsejable dejar correr esta por la acequia o por la tubería de conducción durante unos minutos. Posteriormente, con unos 250 cm3 en un envase de plástico limpio es suficiente para poder enviar dicha muestra al laboratorio, bien cerrada e identificada.
Es conveniente realizar dicha analítica antes de iniciar la campaña. La periodicidad dependerá de la posible variabilidad de esa agua, aunque en general suele ser suficiente un análisis al año.
Es aconsejable el análisis del agua de riego para una agricultura de regadío sostenible
Se mide con el parámetro de conductividad eléctrica, que se puede expresar en dS/m (deciSiemens por metro). En algunos casos puede ser limitante para el cultivo, al tratarse de especies que puedan ser sensibles a niveles altos de sales como puede ser el fresón, frambuesa, o qué pueda limitar la producción en otros cultivos con una cierta tolerancia a concentraciones altas de sales.
Respecto a esa salinidad será importante conocer qué tipo de sales lleva disuelta esa agua, siendo preocupante niveles altos de sodio (Na+), Cloruros (Cl-), o incluso Boro, que pueden ser tóxicos a ciertas concentraciones. Como en este último, puede ser interesante determinadas concentraciones para cultivos muy ávidos como la remolacha.
En la analítica también se expresa el RAS (relación de absorción de sodio), que viene a indicar la capacidad que tiene ese agua a sodificar el suelo e incluso afectar a su estructura. Va a provocar falta de aireación debido a su compactación y encharcamiento, por falta de infiltración, en la que puede influir también niveles bajos de calcio y magnesio. Por esa razón esa relación puede quedar contrarrestada con niveles adecuados de estos dos últimos iones.
Por el contrario, veremos que algunos de los posibles iones disueltos pueden ser una fuente de nutrientes natural para el cultivo.
La salinidad puede afectar al consumo de agua de riego cuando es necesario realizar una aportación extra, conocida como fracción de lavado, para evitar problemas de salinidad en el suelo que puedan afectar a la productividad del cultivo.
Otro hecho importante es la clasificación del agua, conociendo si es apta o no para el riego de un determinado cultivo mediante el diagrama (Normas de Riverside para evaluar la calidad del agua de riego), en función del valor de salinidad y RAS. El agua se clasifica con la letra C seguida de S, ambas en una escala de 1 a 6 (C) y 1 a 4 (S). Por ejemplo:
Depende de los niveles de calcio y magnesio, que determinará también la facilidad en obturar emisores (goteros) o incluso tuberías de riego, por la formación de carbonatos. Como se ha visto en el punto anterior, un agua de riego con ciertos niveles de estos iones reduce el problema de sodicidad, puesto que permite un buen lavado del sodio en el suelo. Una concentración adecuada de estos iones puede cubrir la necesidad del cultivo en estos nutrientes, sin necesidad de recurrir a aportaciones extra.
Indicará el carácter ácido, básico o neutro del agua.
Si queremos acidificar ligeramente un agua de riego, para mejorar la movilidad de determinados nutrientes o realizar una acidificación fuerte para efectuar una limpieza de la instalación de riego, se deberá tener en cuenta la concentración de bicarbonatos del agua de riego, dado que ejerce su efecto tampón. Si se utilizan sustancias ácidas, nos ayudarán a determinar la cantidad de ácido para nuestro cometido.
Conocer la posible presencia de otros nutrientes como nitratos, sulfatos, potasio e incluso fosfatos, cuando se utilizan aguas residuales que han sido sometidas a una depuración. Otros iones que han sido tratados en puntos anteriores como el calcio, magnesio, boro u otros microelementos como el zinc, el cobre, que son esenciales para los cultivos, puede ser de interés conocer su concentración, para en muchos casos, no tener que utilizarlos en el programa de nutrición, dado que en muchas ocasiones las necesidades del cultivo quedan cubiertas por el simple hecho de regar con esas aguas.
Conociendo el consumo de agua de riego y la concentración de cualquiera de esos iones, se puede estimar las aportaciones y así descontarlo del plan de fertilización o simplemente no tener que añadirlo porque con lo que se suministra a partir del agua de riego, puede ser suficiente.
Como se aprecia a la vista de lo expuesto, es necesario partir de un análisis de agua para poder elaborar un programa de fertilización en cualquier cultivo agrícola.
Conocer cualquier posible estado de degradación, para realizar las correcciones oportunas y acompañarlo de un manejo adecuado y en las condiciones óptimas para evitar problemas de toxicidad, desarrollo del cultivo o incluso posible degeneración de la estructura del suelo.
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