
21 October 2025
Objetivos y alcance del trabajo
El presente trabajo tiene como propósito analizar la evolución reciente del regadío en España y debatir algunas de las cuestiones más relevantes que afectan a este sector incluyendo el abandono del secano. Se examinan tanto los efectos positivos del regadío en general y de los procesos de modernización en particular, como los impactos negativos y los problemas que requieren una atención prioritaria.
El objetivo fundamental de este estudio es de carácter divulgativo: se pretende fomentar el debate, plantear interrogantes y proponer posibles vías de actuación. Asimismo, se ofrecen referencias bibliográficas que permiten a los lectores interesados profundizar en los distintos aspectos tratados.
Gran parte de los datos y argumentos aquí presentados han sido abordados con mayor detalle en publicaciones previas, como el libro Efectos de la modernización de regadíos (2017), editado por Cajamar, así como en diversos trabajos científicos que se citan a lo largo del texto.
Conviene destacar, no obstante, dos aportaciones principales de este trabajo. En primer lugar, la actualización de las series de datos disponibles hasta la fecha más reciente posible, complementando las referencias mencionadas. En segundo lugar, interpretar el aumento del regadío y la intensificación asociada como parte de una tendencia general observada tanto en España como en la OCDE, que es la progresiva reducción y abandono de las zonas de secano.
Este proceso de intensificación en las áreas más competitivas y de abandono en los territorios menos favorecidos plantea, por un lado, el desafío de sostener la llamada “España vacía”, y por otro, una oportunidad: actualmente producimos más alimentos y mayor valor añadido ocupando solo alrededor del 80 % del territorio cultivado hace tres décadas. Este cambio podría generar beneficios ambientales mediante una renaturalización inteligente de las zonas abandonadas, siempre que se supere la visión limitada que centra el debate exclusivamente en las áreas intensificadas y que tiende a criticar al regadío, en lugar de reconocer su potencial como parte de una estrategia territorial más equilibrada.

1. Introducción
1.1. La demanda de alimentos y las tierras cultivadas
La principal fuerza motriz de la expansión y modernización de la agricultura en general siempre ha sido y seguirá siendo satisfacer la demanda de alimentos, aunque hay otros productos (textiles, etc.) que también suministra la agricultura, siendo el principal el consumo humano directo o indirecto (a través de la ganadería).
La población mundial alcanzó en 2024 la cifra de 8,2 miles de millones de personas en 2024, y se prevé que no alcanzará su máximo hasta 2080 con un total de 10,3 miles de millones de habitantes en el planeta (United Nations, 2024).
La seguridad alimentaria solo es posible si todas las personas tienen acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias (FAO, 2008). Por ello, es necesario aumentar la producción y eficiencia en el uso de los alimentos. Según FAO (2025), la producción de alimentos mundial está prevista que aumente un 14 % en la década 2025-2035.
La Figura 1 muestra cómo la producción mundial de alimentos ha logrado mantener el ritmo de crecimiento de la población. La producción de cereales se ha multiplicado por 3,5, superando en 2,6 veces el crecimiento de la población. Esto significa que la producción ha crecido más rápido que la población, y que el mundo produce más cereales per cápita que hace 60 años.
Figura 1. Evolución de la tasa de crecimiento de la producción mundial de cereal y de la población. En porcentaje

Este aumento de la producción puede satisfacer la demanda prevista debido al crecimiento demográfico, por lo que los precios se mantienen estables o incluso caen por debajo de la media de los últimos años (Figura 2).
Figura 2. Tendencia de precios de alimentos en términos reales

Como muestran las Figuras 1 y 2, la estabilización de precios es posible debido a que la población ha crecido desde 1961 unas 2,6 veces, mientras los rendimientos de los cereales han crecido 3,1 veces, y la producción de cereales (por aumento de superficie cultivada) ha crecido 3,5 veces.
Al descomponer las causas del aumento de producción global de alimentos, FAO estima que el 85 % se debe a aumento de rendimientos, 10 % a aumento de intensidad (regadíos, dobles cosechas) y un 5 % al aumento de superficie cultivada a nivel mundial.
Sin embargo, frente a las tendencias globales de aumento de superficie cultivada que se observan en Asia, África y América del Sur, el caso de la Unión Europea (UE) es contrario, donde la superficie cultivada se ha reducido en el periodo 1962-2018 un 24 %.
Esta tendencia se comparte con otros países desarrollados como muestra la Tabla 1.
Taba 1. Abandono de superficie cultivadas en EEUU, la UE y Japón

En concreto, el abandono de tierras cultivadas en la UE es más acusado en los países del sur y Polonia, y si la tendencia continua, es muy posible que se abandone un 1 % adicional (más de 20 millones de hectáreas) en el periodo 2015-2030 (Perpiñá et al., 2018).
Figura 3. Evolución de superficie agrícola utilizada en 5 países de la UE 1962-2018 (1962=100)

La Figura 3 muestra la evolución en cinco países de la UE entre los que se encuentra España. En la década 1990-2000, en solo tres países: Francia, España y Polonia, se abandonaron 3,3 M ha; si bien el caso español es ligeramente distinto, porque junto al abandono de tierras de secano se ha dado un aumento de la superficie regada y una deslocalización y concentración de la producción en actividades que aportan un mayor valor añadido y competitividad.
En la próxima sección analizaremos este fenómeno con mayor detalle.
1.2. El aumento del regadío en el mundo
La superficie regada crece en todo el mundo de manera global un 0,6 % anual (Singh, 2002). No obstante, la Tabla 2 muestra cómo hay países donde crece por encima de la media: España +0,7 %; Marruecos: +1,1 %; y el caso de Brasil, que con un crecimiento de casi 500.000 ha/año ha crecido al 6 % anual, y que si continua en este ritmo llegará a tener 55 millones de ha regadas (el doble que la UE en su conjunto).
Tabla 2. Evolución superficie regada en países seleccionados

En la UE el aumento de superficie regada en los cinco países con mayor superficie agrícola ha sido de un 1 % anual, como muestra la Figura.4. El aumento de estos cinco países ha sido de 2,2 M ha en su conjunto en solo 15 años.
Figura 4. Superficie regada en países UE (1990-2018)

1.3. El aumento de la eficiencia de riego
Centrándonos en nuestro entorno mediterráneo y europeo, la superficie regada por goteo en España es el 56 % y Marruecos el 45 %; en otro caso como el italiano la superficie bajo goteo ronda el 35 % (ambos datos según informes del MAGRAMA). Como consecuencia de esta mejora en la eficiencia, la superficie de regadío crece mientras que las extracciones de agua para agricultura se reducen (Figura 5).
Figura 5. Superficie regada y extracciones (Países Bajos, Francia, Grecia, España e Italia). 1992=100

Los datos de la Figura 5 son relevantes porque estos cinco países de la UE suponen el 57 % de la producción agrícola, y la tendencia a la reducción de uso de agua es evidente, compensando sobradamente el aumento de la superficie regada. El uso de agua en estos cinco países se reduce de 557 mm (1992) a 382 mm (2018), un 4 % de reducción anual.
Los factores que están detrás de la mejora global de eficiencia son:
- Inversiones en equipos (goteos, precisión)
- Aumento del coste del agua
- Mejora de la gobernanza
- Establecimiento de cuotas y controles
- Mayor conocimiento de los agricultores
- Otros (variedades, técnicas…)
2. El regadío en España
2.1. El aumento de la superficie regada y la reducción del secano
La sección anterior ha mostrado las tendencias mundiales en agricultura y regadío, haciendo hincapié en las de los países de nuestro entorno. España participa de la tendencia general, aunque como veremos a continuación, de una forma mucho más intensa tanto en el abandono del cultivo de secano, como en la mejora de eficiencia. No obstante, la escasez de recursos ha podido limitar el aumento de superficie regada.
La Figura 6 muestra la evolución de la superficie de secano y regada en España.
Figura 6. Evolución superficie cultivada total, secano y riego en España (1965-2024)

En la Figura 7 vemos con mayor detalle la evolución de la superficie de regadío, que muestra una tendencia claramente lineal.
Figura 7. Evolución de superficie regada en España (1960-2024)

La Figura 7 muestra la superficie regada oficialmente. Sin embargo, hay discrepancias entre la superficie regada según los planes hidrológicos (PH), la base de datos SIGPAC y la estimada mediante teledetección (ligeramente superior a la oficial).
Como ejemplo, la Tabla 3 muestra las diferencias de superficie regada en la Denominación Hidrológica (DH) del Guadalquivir, dependiendo de la fuente empleada.
Tabla 3. Superficie regada en la DH del Guadalquivir según fuente

Por el contrario, un reciente trabajo de Playán et al. (2024) detecta una disminución del regadío en zonas que no se han modernizado o que son difíciles de modernizar en la zona de Aragón del valle del Ebro (la superficie de regadío intensivo en Ebro-Aragón según Playán et al. [2024] sería de 272.000 ha, inferior a la oficial de 476.000 ha), por lo que también puede ocurrir que la superficie oficial con derechos de riego puede sea superior a la realmente regada.
La Figura 7 es muy interesante porque muestra como el aumento de la superficie regada en España es casi lineal, con ligeros aumentos de ritmo coincidiendo con el desarrollo de los grandes zonas regables y reducciones en años de sequía severa (1990-95, 2005-2008, 2018-2025); mientras que el impacto de la modernización (los años más intensos fueron 2005-2015) no genera cambio alguno en la tendencia.
Por otro lado, mientras que el regadío crece en 2,0 M ha en 60 años (se duplica entre 1965 y 2025), el secano cultivado en España se reduce en 6 millones de ha en ese mismo periodo.
El efecto neto de aumento de riego y reducción de secano es una reducción de 4,0 M ha (un 20 %) en el periodo mencionado (aproximadamente la superficie de Extremadura ha sido abandonada desde 1965).
Lo que estamos viendo es un proceso de especialización productiva y abandono de tierras marginales desde el punto de vista de su competitividad.
2.2. Impacto de la mejora de eficiencia de riego
Como hemos visto en las secciones previas, la superficie de riego no deja de crecer. Sin embargo, las extracciones de agua han alcanzado su punto máximo en 2004 y tiene una tendencia decreciente.
La Figura 8 muestra las extracciones (según MAGRAMA y MITECO), el consumo (evapotranspiración) y los retornos (diferencia entre extracción y consumo) en España. Las dos últimas variables son estimadas siguiendo la metodología de Espinosa-Tasón et al. (2020). Vemos que desde 2004 la modernización y el aumento de riego por goteo en España están reduciendo significativamente las extracciones, mientras que el consumo (lo que se evapotranspira) apenas cambia desde 2004.
La mejora de eficiencia implica menos extracciones y menos retornos de riego, si bien el agua consumida en la cuenca no ha variado en los últimos 20 años.
La modernización no reduce el consumo de agua, pero al reducir las extracciones y los retornos origina una mejora de la garantía, es decir, el agua se deja en el embalse o acuífero para la ‘próxima sequia’ y se reducen los retornos y, por tanto, mejoramos la calidad de las aguas. Hablaremos de estos temas en detalle más adelante.
Figura 8. Extracciones, consumo y retornos de riego de riego en España (1950-2025)

El aumento de la superficie regada por tanto no ha llevado a un aumento de las extracciones (desde 2004 se reducen). Esto ha hecho que la dotación media en España haya descendido desde 590 mm en 1985 a 390 mm en 2025. Esta reducción de las dosis ha sido posible por el aumento del riego localizado, que desde 1985 ha pasado de un residual 0,5 % hasta el 57 % en 2025. La modernización y el riego presurizado ha traído consigo un aumento del consumo de energía.
Figura 9. Binomio agua energía en el regadío español (1950-2024)

La Figura 9 muestra cómo evoluciona el binomio agua-energía en el regadío español desde 1950 a 2024. En este periodo, las extracciones de agua se duplican mientras que la energía (estimada) se multiplica por un factor de 15.
Puede observarse también cómo desde 2004 la curva se hace muy vertical por el aumento de riego presurizado y por haber alcanzado el máximo de agua extraída (año 2004). Este aumento de la intensidad (abandono de tierras de secano y aumento de la superficie regada y de la eficiencia del riego), unido a la mayor competitividad de la agricultura española, ha llevado a una mejora de la productividad de los factores que muestra la Figura 10.
Figura 10. Evolución de la productividad de los factores en la agricultura (1980=100)

Vemos en esta primera aproximación algunos de los efectos de la modernización. Hay que tener en cuenta que en este periodo 1980-2020 la superficie total cultivada se reduce por un factor de 0,8 según mostraba anteriormente la Figura 6.
3. Las externalidades del regadío
3.1. Las externalidades negativas del regadío
La población que trabaja en la agricultura en España actualmente ronda el 4 %, que pude llegar a un 8 % si se incluyen industrias y servicios auxiliares (INE, 2019). Este porcentaje es similar al de la población ocupada en hostelería.
La sociedad occidental actual, eminentemente urbanita y alejada del mundo agrícola, no percibe la producción de alimentos como uno de los problemas prioritarios a resolver, y sin embargo valora otros conceptos como son la conservación del medioambiente, la sostenibilidad, y el respeto a la naturaleza.
Estos valores implican, entre otras medidas, mayores caudales ecológicos en los ríos y, por lo tanto, el regadío se presenta como un enemigo a vencer.
La agricultura es el primer consumidor de agua, con el 75 % del consumo total nacional, y la agricultura y ganadería en general son los principales responsables de la contaminación difusa de nutrientes y agroquímicos, tema que hay que ir mejorando en el futuro.
Frente a estos problemas que requieren de una mejor gestión, y que preocupan a todos los agricultores y técnicos responsables, hay muchos impactos positivos que pasamos a comentar.
La clave en cuanto al uso de agua y los ríos ‘vivos’ está en el control de los caudales ambientales y de las extracciones que impidan secar ríos, como ha ocurrido en nuestra historia reciente; si bien desde que la Directiva Marco del agua entró en vigor en diciembre de 2000, los caudales ambientales forman parte de la planificación y se controlan y respetan rigurosamente.
3.2. Las externalidades positivas del regadío
3.2.1. Impacto económico
El año 2025 está siendo un año récord en exportaciones agroalimentarias en España. La agroindustria es el primer sector exportador en muchas regiones y a nivel nacional. España es el 4.º país exportador en valor de productos agroalimentarios de la UE 27 (Informe de MAGRAMA, 2024), lo que es milagroso cuando tenemos en cuenta las limitaciones naturales de nuestro país.
La Figura 11 muestra cómo el sector agroalimentario es un sector estratégico que equilibra en parte nuestra deficitaria balanza comercial española, al generar un superávit comercial de 12.116 millones de euros, mientras que el resto de los bienes generan un déficit de 41.493 millones de euros.
Figura 11. Evolución del comercio internacional en España. Acumulado a julio de 2025. En millones de euros

El regadío produce en España de 5 a 50 veces más por hectárea que el secano, está menos subvencionado y genera 5 veces más empleo por hectárea de media.
La productividad de la agricultura española ha crecido en el periodo 1955-2010 un 1,94 % anual acumulativo en términos reales y de media, pero el crecimiento se concentra en cultivos de riego que crecen por encima del 3 %, duplicándose su producción cada 20 años, mientras que el secano ha visto reducir su productividad en el mismo periodo.
Un reciente trabajo de Atance Muñiz (2025) estima que el regadío aporta el 65,5 % del valor añadido neto (VAN) de la agricultura.
3.2.2. Mejora del paisaje
La valoración del paisaje es muy subjetiva. No obstante, hay técnicas de evaluación de los servicios ecosistémicos que valoran muy positivamente diferentes paisajes relacionados con la actividad agrícola, como las zonas húmedas asociadas a la agricultura (Eric et al., 2022); paisajes agrícolas complejos tipo ‘mosaico’ lo más naturales posibles frente a paisajes monótonos, áridos o degradados (Estrada-Carmona et al., 2022); o setos, linderos y cursos de agua (Struelens et al., 2024).
Hay varios paisajes, fundamentalmente de regadío, que forman parte de los sitios protegidos por UNESCO (Globally Important Agricultural Heritage Systems), entre los que destaca la huerta de Valencia. Sin llegar a estar en la lista, hay zonas de riego protegidas como la vega de Granada o muchas vegas de nuestro país.
Sayadi et al. (2004) detectan que, en la Alpujarra granadina, el mayor valor paisajístico se asocia al regadío, seguido del secano, de la tierra virgen y por último de terreno abandonado.
3.3.3. Captura de CO2
Existen múltiples estudios que ponen de manifiesto y cuantifican la bondad de la actividad agrícola en cuanto a la captura de CO2 (Padarian et al., 2022 y Don et al., 2024, entre muchos).
Como ejemplo nacional, el Servicio de Recursos Agrícolas del Gobierno de Aragón, aplicando la norma ISO 14064, comprobó que los frutales de Aragón (46.000 ha de riego) fijan cada año más de un millón de toneladas de CO2eq mediante la captura de la biomasa. Al tener en cuenta transporte, consumo de fertilizantes, etc. (producción transformación y transporte), el saldo neto resultante es de unas 660.000 toneladas anuales, lo que equivale a neutralizar las emisiones de responsabilidad directa de CO2 que producirían 287.500 ciudadanos (Espada, 2013).
3.2.4. Potenciación del binomio agua-energía
Muchas de las presas tienen un uso múltiple con aprovechamiento para energía al turbinar los caudales de riego. Adicionalmente, hay un potencial importante en el empleo de embalses con ‘baterías’ de acumulación de energía renovable.
Por otro lado, la tecnología de agrivoltaica (uso del territorio para producir alimentos y energía fotovoltaica) y el riego solar están permitiendo a los agricultores diversificar sus ingresos y compatibilizar agricultura y producción de energía.
3.2.5. Intensificación que permite re-naturalizar territorio
Hemos comentado que en España se han aumentado 2 millones de ha de riego y abandonado neto unos 4 millones de ha (la superficie de Extremadura). Esto supone una oportunidad para reforestar y re-naturalizar el territorio, que requiere de una política seria que vaya más allá del abandono de las zonas rurales desfavorecidas.
La Tabla 4 muestra cómo, a pesar de reducirse un 18 % las tierras cultivadas en el periodo 1965-2023, la ‘producción equivalente’ aumenta. Es decir, producimos más alimentos ocupando menos territorio.
Tabla 4. Superficie y producción 'equivalente' secano, riego y total (1965-2023)

En relación con el impacto de la intensificación en la biodiversidad, hay dos estrategias enfrentadas: por un lado, quienes consideran que lo mejor es mantener la mayor cantidad posible de vida silvestre dentro de las explotaciones agrícolas, incluso a costa de reducir el rendimiento (producción por unidad de superficie). Por otro, la postura opuesta también tiene argumentos a favor: aumentar los rendimientos con el fin de reducir la superficie necesaria para la agricultura, y así preservar áreas más extensas de hábitats naturales conocido como “separación de tierras” (land sparing). Por último, hay quien defiende una combinación de ambos enfoques, o una posición intermedia.
Las evidencias empíricas existentes indican que la intensificación combinada con la renaturalización de tierras marginales es la estrategia que mejor limita el coste ecológico de la producción de alimentos (Phalan et al., 2011). Separar la tierra destinada para la producción de alimentos de la utilizada para la naturaleza (sin dejar de reconocer sus interacciones) puede ser mejor que gestionar la tierra para ambos fines simultáneamente (extensificación).
Sin embargo, esto está lejos de ser seguro, y siguen existiendo importantes lagunas de conocimiento a nivel mundial. Esta conclusión puede ser muy específica para cada ecosistema: para muchos grupos taxonómicos y regiones, para numerosos servicios ecosistémicos, y en términos de la mejor manera de aumentar los rendimientos minimizando las externalidades negativas.
De manera fundamental, la agricultura intensiva ofrece la oportunidad de reservar tierras para las especies silvestres, aunque el gran desafío consiste en cómo hacer que el aumento de los rendimientos esté condicionado a la conservación del hábitat.
Este tema probablemente requiere de un esfuerzo de investigación aplicado a nuestros ecosistemas mediterráneos.
4. Los efectos de la modernización de regadíos
Hemos visto que hay impactos negativos evidentes asociados a la actividad agrícola debido al consumo de agua y de agroquímicos. La modernización es una de las políticas que han tratado de reducir estos impactos negativos, mediante la mejora en la eficiencia del riego. Sin embargo, como veremos en esta sección, los efectos de esta política van mucho más allá de la simple reducción de consumo de agua.
Para los lectores interesados recomendamos el libro de Berbel y Gutiérrez-Martín (2017) publicado por Cajamar, y los trabajos de Berbel et al. (2019) y Borrego-Marin y Berbel (2019), que actualizan algunos datos del mencionado libro y llevan a cabo un análisis coste-beneficio concluyendo que cada euros invertido en modernización tenía un retorno de al menos 4:1.
Resumiendo, los impactos positivos de la modernización, vemos los siguientes:
4.1. Reducción de las extracciones
En la mayoría de las cuencas en España, la concesión de subvenciones a la modernización lleva aparejado la reducción de las concesiones. Por ejemplo, en el Guadalquivir estas reducciones han sido normalmente de un 25 %, desde los originales 8.000 m3/ha hasta los nuevos 6.000 m3/ha.
No obstante, hay que recordar que hablamos de derechos concesionales que suponen un máximo legal de extracciones, que no se suele superar porque lleva aparejado sanciones. Es muy frecuente que agricultores individuales o comunidades de regantes no lleguen a agotar todos sus derechos, a veces porque parte de la superficie está en transformación (por ejemplo, nuevas plantaciones), o por otras razones.
Hay un caso muy conocido de la cuenca del Ebro que suele citarse como ejemplo de efecto paradójico de la modernización. En concreto, en riegos de Alto Aragón se compara una zona modernizada con la zona contigua pendiente de modernizar y se observa un mayor consumo de agua (mayor ET). Pero se suele olvidar que, en ese caso, los regantes no podían usar sus derechos debido a mal estado de las conducciones, y evidentemente al mejorar las mismas, simplemente los agricultores ejercen sus derechos que antes eran ‘de papel’.
En nuestra opinión, este caso no es un ‘rebote’, es decir, un mayor consumo después de la modernización ya que los derechos no se han visto alterados y el consumo potencial es el mismo legalmente (Lecina et al., 2010).
En general, la modernización ha llevado aparejado un recorte de derechos y por tanto de extracciones.
4.2. Mejora de la productividad
La mejora de la fiabilidad y de la flexibilidad en el agua suministrada para riego, y la implantación generalizada del ‘riego bajo demanda’ en las zonas modernizadas, en contraposición al sistema tradicional de turnos, ha permitido ampliar los cultivos y aumentar el valor añadido.
4.3. Mejora de las condiciones laborales
La modernización reduce la mano de obra en labores de riego, que suelen ser duras en los sistemas tradicionales y que están sometida a los turnos que incluyen riegos fuera del ‘horario laboral’ normal. Los riegos modernizados permiten su automatización y muchas veces el telecontrol.
Esta mejora es una de las causas de que en zonas modernizadas haya una mayor presencia de agricultores jóvenes.
4.4. Reducción de la fertilización
La modernización permite la aplicación más precisa de abono frecuentemente por fertirrigación, ya que el abono se aplica en el momento necesario y con la frecuencia adecuada. Las estimaciones de la Confederación Hidrográfica del Júcar (2021) hablan de unas reducciones del 25 % en las dosis aplicadas, esto unido a la reducción de los retornos tiene como resultado una mejora en la calidad de las aguas.
4.5. Reducción de la contaminación difusa
La modernización reduce los retornos de riego, que pasan a ser un 20 % aproximadamente de los retornos antes de la transformación (Lecina et al., 2010). El menor volumen de retornos arrastra menos sales y agroquímicos.
4.6. Implantación de la tarifa volumétrica
Las modernizaciones han implicado la implantación de una tarifa binomial, con una parte fija que suele ser el canon de la confederación y gastos generales de la comunidad de regantes, y una parte volumétrica ligada al consumo de energía.
La implantación de una tarifa volumétrica en zonas modernizadas puede ir desde 0,01 euros/m3 hasta 0,05 euros/m3, y esto siempre induce ahorros frente al sistema preexistente de ‘tarifa plana’ o pago por superficie.
La implantación de un precio marginal al agua distinto de cero (como es la tarifa plana) induce unos ahorros importantes. Pronti y Berbel (2023) encuentran una reducción de un 40 % en el consumo por la conversión de tarifa plana a binomial siendo la parte volumétrica de 0,01 euros/m3. Esta reacción de la demanda de riego tan considerable no se justifica por el bajo nivel de precio aplicado (de cero a 0,01 euros/m3), y probablemente tiene una explicación más ‘psicológica’ que ‘económica’ por la distorsión cognitiva que un bien ‘gratis’ produce en el proceso de decisión (ver Shampaner y Ariely, 2006).
4.7. Consumo de energía
Como se puso de manifiesto en la Figura 8, desde 1950 el consumo de energía ha crecido un 1.500 % frente a las extracciones de agua, que lo han hecho un 100 %. La mayor parte de este crecimiento ha sido desde 2004, cuando la modernización ha implicado la presurización (cambio de canales abiertos por tuberías de transporte), por el riego localizado frente riegos superficiales y, por último, por el peso de agua no convencional (reutilizada y desalada) en la oferta total.
De hecho, las comunidades de regantes están inmersas en un proceso de mejora de eficiencia energética y de integración de renovables en la fuente de energía.
4.8. Mejora de la garantía
La reducción de las extracciones del embalse o el acuífero, si no llevan aparejadas nuevas demandas, permiten que el agua ahorrada permanezca en el sistema para ser reutilizada en la ‘próxima sequía’.
El hecho de que estos recursos se queden almacenados en acuíferos o embalses aumenta la resiliencia del sistema ante periodos de sequía. En este punto, hay que tener en cuenta que la evaporación del agua ahorrada en los embalses pueda consumir una parte de estas reservas.
4.9. Cambios en consumo de agua
Recordemos que el concepto de agua consumida para nosotros es principalmente agua que no vuelve al sistema (evapotranspiración). Desde este punto de vista, mientras las extracciones han bajado un 15 % desde que empezó el proceso de modernización, el consumo estimado no se ha reducido, e incluso puede haber aumentado ligeramente. Hablaremos de este efecto en la próxima sección.
5. La sobreexplotación y sobreasignación de los recursos
5.1. La sobreasignación de derechos de riego
Todas las grandes cuencas del sur de España (Guadalquivir, Segura, Guadiana, mediterráneas andaluzas, Júcar) se encuentran ‘sobre-asignadas’; es decir, los derechos legales existentes no se pueden satisfacer con las garantías que exige nuestra Ley de Aguas.
Nuestra normativa permite que una concesión no se cumpla por parte de la Administración, pero con una probabilidad de fallo alrededor del 10 %. De manera muy simplificada, aunque la norma tiene un mayor nivel de detalle, el lector puede consultar la Orden ARM/2656/2008 (IPH).
Pues bien, la imposibilidad de cumplir con esta probabilidad de fallo, que en el caso del Guadalquivir aproximadamente está en un 25 % como media en los últimos 40 años ,nos lleva a concluir que la cuenca está ‘sobre-asignada’; es decir, hay más derechos de los que se pueden satisfacer legalmente. Cualquier aumento del consumo, en principio, supone un deterioro de esta situación ya de por sí desfavorable.
En la Figura 12 vemos cómo las necesidades de riego en el Guadalquivir rondan los 5.500 hm3 mientras los derechos concesionales se han reducido en el periodo 2000-2021, como consecuencia de la modernización. Por lo tanto, la ratio RIS = dotaciones/necesidades de riego no deja de bajar, y se encuentra en torno al 56 % en 2021 en términos ‘nominales’.
Esto se explica porque, en esta cuenca, durante el periodo 2000-2024 se ha aplicado el plan de sequía en 8 años (un 25 %), por lo que la media de agua aplicada real ha sido bastante inferior a la concesional.
Figura 12. DH Guadalquivir. Necesidades brutas de riego (hm3)

Por eso es muy preocupante la posibilidad de que unas medidas bienintencionadas de mejora de eficiencia acaben generado el efecto contrario, es decir, mayor consumo. Esto se viene conociendo (erróneamente) como el ‘efecto rebote’ que trataremos en la próxima sección.
5.2. La asignatura pendiente de las aguas subterráneas
Hay una diferencia clave entre las aguas superficiales y las subterráneas. Las primeras son controlables ya que, si se trata de aguas reguladas, el embalse tiene un volumen de reservas conocido y no se puede sacar más agua de la que hay. Además, hay instituciones (las confederaciones) que gestionan y controlan los desembalses. En el caso de aguas no reguladas, la clave está en la vigilancia de los caudales ecológicos y de los sistemas de almacenamiento de escorrentías invernales.
Por el contrario, las aguas subterráneas son ‘invisibles’, y aunque los piezométricos son indicadores del nivel de explotación y frecuentemente de sobreexplotación, hay una mayor dificultad en su control.
En teoría, las Comunidades de Usuarios de Aguas Subterráneas (CUAS) son la instituciones que deberían permitir una gobernanza adecuada, pero en la práctica hay más ejemplos de mala gobernanza (acuíferos de La Mancha) que de buena gestión. De hecho, los casos de buena gestión suelen ser Juntas Generales de Usuarios que ya disponen de otros recursos (subterráneos, desalada y trasvases) y que consiguen frenar el exceso de extracciones al disponer de fuentes alternativas.
En el caso de las CUAS que no disponen de estas fuentes alternativas, resultaría útil aprender de los casos de éxito, como el de algunas organizaciones de Francia, que gestionan el acuífero mediante ‘comisiones de aprovechamiento’ muy similares a las comisiones de desembalse españolas. Es decir, en febrero y mayo se autorizan los volúmenes para agricultura una vez estimada la recarga, el nivel de piezométricos y reservados los volúmenes para usos prioritarios (Verley, 2020).
También hay ejemplos de acuerdos voluntarios donde los usuarios han evitado la sobreexplotación. La Figura 12 muestra la evolución de las extracciones en un acuífero de Kansas (EEUU) después de un proceso de ‘modernización’, diferenciando dos zonas, una de las cuales aplicó un sistema de gobernanza voluntario y otra que continuaron sin control colectivo (Zwickle et al., 2021).
Figura 13. Evolución de dos zonas regables tras la modernización en Kansas

La Figura 13 muestra que el control colectivo y voluntario es posible y que las extracciones tras la modernización pueden ser reducidas (línea naranja), ya que si se mantiene inalterado las extracciones de agua (línea azul), capturando la reducción de retornos de riego, aumenta el consumo (ET) a costa de menores retornos. De este tema hablaremos en la próxima sección.
6. El efecto rebote de la modernización y las aguas regeneradas
6.1. El efecto rebote de la modernización y las aguas regeneradas
El efecto rebote se interpreta (erróneamente) como el aumento de consumo después de una mejora tecnológica que incrementa la eficiencia del uso de recursos. Hay una gran corriente de literatura académica y de otros tipos que defiende de manera vehemente que la mejora de eficiencia del riego conduce inexorablemente a un aumento del consumo expost. No obstante, hay que aclarar que mucha de la literatura no usa de manera correcta el concepto de ‘rebote’, que se remonta a los inicios de la revolución industrial.
Desde el punto de vista académico, ‘rebote’ se asocia a un aumento de consumo que elimina parcialmente los ahorros teóricos de la mejora de eficiencia. Lo explicamos con un ejemplo: en nuestra casa vamos a sustituir bombillas antiguas por nuevos LED. En teoría, el consumo de energía para iluminación debería reducirse al 5 % de la situación anterior (ya que los LED consumen solamente del 5 % para conseguir la misma iluminación que las bombillas clásicas). Frente a este ahorro de un 95 %, en la práctica, el consumidor probablemente puede poner más puntos de luz y puede que tenga más tiempo encendida la luz.
El resultado final es que, debido a estos aumentos en el uso de luz, el ahorro real será, por ejemplo, del 92 % frente al ahorro teórico del 95 % que hubiéramos obtenido si no se hubiera incrementado el uso de luz. Es decir, en este caso, habría un ‘rebote del 3 %’. La mejora de eficiencia hay sido todo un éxito, ahora consumimos un 92 % menos que antes, no está nada mal. El efecto ‘rebote’ simplemente explica que los “ahorros reales” son inferiores a los ‘ahorros teóricos’. A nadie se le ocurre hacer campaña contras las lámparas LED porque hay un cierto aumento de iluminación respecto al ahorro potencial.
Existen casos muy anómalos en el que el consumidor acabe gastando más que antes de la mejora, en este caso no se habla de ‘rebote’ sino de backfire ("tiro por la culata"). Esto es lo que realmente quieren decir muchos autores cuando hablan del ‘rebote de la modernización’ y el consumo de agua, aunque usen erróneamente la palabra ‘rebote’.
No obstante, hay una gran parte de verdad en la afirmación del peligro de backfire, porque en muchas ocasiones la modernización ha inducido una intensificación de cultivos o unas dobles cosechas que han hecho que en la misma superficie exista una mayor ET por hectárea que antes de mejorar la eficiencia (Fernández, 2022).
Hay formas de prevenir este efecto. La primera de ellas es que, si la modernización ha sido subvencionada, la Administración reciba como compensación los ahorros generados. En España, el recorte de derechos concesionales aplicado es generalmente de un 25 %; en este caso, podemos descartar un aumento de la ET.
Pero, aunque existieran estos recortes del 25 % podría darse un rebote si se aumenta la superficie regada; es decir, los ‘ahorros de riego’ se usan para aumentar la superficie de riego y pasamos a regar más superficie con riego deficitario. Por ejemplo, un análisis de la cuenca del Guadalquivir muestra que el riego deficitario es el predominante con una dotación media que ronda el 60 % de las necesidades de riego recomendadas (Berbel et al., 2024). Con este nivel de riego, los retornos, independientemente del sistema de riego, tienden a ser nulos.
En el caso de que las concesiones no se recorten o que se autoricen aumentos de superficie, los retornos se reducirán significativamente, y lo que estamos haciendo en la práctica es consumir in situ los retornos de riego que antes formaban parte de los derechos de usuarios de aguas abajo de la explotación (o del caudal ecológico). Recordemos el caso de Alto Aragón, que antes de modernizar generaba 362 mm de retornos y después pasa a generar 45 mm. Si el organismo de cuenca no se hace cargo de estos ahorros, y los retornos son “apropiados” por los regantes, inevitablemente se produce un aumento de consumo (García-Garizábal y Causapé, 2010).
En resumen, el efecto mal llamado ‘rebote’ (técnicamente, backfire) se puede evitar si, y solo si, se prohíbe el aumento de superficie regada y el Estado (o acuerdos voluntarios de control) se hace cargo de los ahorros de extracciones. En caso contrario, es bastante probable que la ET aumente y, por tanto, el consumo; y en consecuencia se deteriore el estado hídrico del sistema y las garantías frente a futuras sequías.
6.2. El exceso de optimismo sobre el potencial de las aguas regeneradas para riego
Se espera que el uso de agua regenerada aumente en los próximos años, especialmente en las zonas con escasez de recursos hídricos. En la UE, se prevé que el incremento en el uso de agua regenerada desempeñe un papel significativo dentro de la estrategia europea de economía circular y de las políticas de adaptación al cambio climático, con el objetivo de mejorar la sostenibilidad global de la gestión de los recursos hídricos.
Aunque diversas instituciones han presentado estimaciones sobre el potencial de reutilización de agua regenerada en el contexto de la UE, dichas estimaciones tienden a sobrevalorar los volúmenes potenciales de reutilización, ya que no consideran plenamente los siguientes aspectos clave:
- El papel de los retornos en las cuencas donde la reutilización en cascada resulta fundamental para mantener los usos aguas abajo (incluidos los caudales ecológicos).
- La disponibilidad de recursos convencionales abundantes y más económicos.
- La productividad económica del agua como indicador de la disposición de los usuarios a pagar por el agua regenerada.
Expósito et al. (2024) estiman que el potencial de aprovechamiento de aguas teniendo en cuenta los tres factores mencionados rondaría en España los 1.200 hm3, frente a las metas de 1.400 hm3 que plantea MITECO, o 2.000 hm3 que plantea la UE.
7. Conclusiones
El regadío español ha sido una respuesta de la sociedad a unas condiciones de escasez y variabilidad de los recursos. En el caso español, el regadío se ha modernizado tanto en el sentido tradicional de la palabra, mejorando la eficiencia, como en el sentido amplio, invirtiendo en conocimiento, capital y tecnología y logrando un valor añadido creciente para todos los factores de producción implicados: agua, trabajo y tierra.
El proceso de especialización de aumento de la productividad tiene como consecuencia que el diferencial de rentabilidad secano y regadío no ha dejado de crecer, por lo que la presión para abandonar el secano más marginal, por un lado, y para transformar el secano con mayores potenciales, por otro, ha sido una constante histórica que sigue siendo el motor que hay detrás del aumento continuo de la superficie regada (cerca de 40.000 ha/año de manera constante desde 1950).
El regadío tiene desafíos individuales: conseguir empresas más rentables y hacer ‘más con menos’; y desafíos colectivos: una mejor gobernanza de todos los recursos.
En nuestra opinión, que requiere de investigación que lo corrobore, la estrategia de ‘intensificar y separar’, es decir concentrar la producción y abandonar terrenos marginales para producir alimentos frente a la política dominantes de ‘extensificar y bajar rendimientos’, es probablemente la mejor estrategia para mantener la biodiversidad en el territorio y la sostenibilidad ambiental, económica y social.
No obstante, esta hipótesis requiere de un mayor soporte empírico y probablemente un análisis caso a caso y, por supuesto, que el regadío intensivo sea capaz de minimizar su impacto negativo, y maximizar los positivos.
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