blog author
Fernando Miranda SotillosConsejero de Agricultura, Pesca y Alimentación en la Misión Permanente de España ante la ONU y los Organismos Internacionales
9 min

Paisaje después de la tregua de 90 días

11 July 2025
Comercio Exterior
Economía Agroalimentaria
Donald Trump firmando un decreto

11 July 2025

Las cartas de Trump son el acuerdo

El 9 de julio concluyó la tregua de 90 días que concedió Donald Trump para la aplicación de los aranceles “recíprocos” anunciados el pasado 2 de abril, el “Día de la Liberación”. Cuando todo acabe, que no habrá sido ni el 9 de julio, ni será el 1 de agosto, que es cuando se harían efectivos los aranceles, cuando el polvo se asiente, será el momento de ver cómo queda el entramado de “acuerdos” alcanzados bajo amenaza, en donde las negociaciones se han centrado en el capítulo de concesiones para minimizar daños. 

En realidad, no se tratará de acuerdos comerciales propiamente dichos. De hecho, tardaremos en verlos escritos. 

Mientras tanto, Donald Trump ha enviado cartas, todas publicadas en las redes sociales, a una decena de países con los que no habría llegado a un “acuerdo”, en las que, con un lenguaje impropio del cargo que ostenta, comunica el arancel que, a partir del 1 de agosto, se impondrá a las importaciones procedentes del país correspondiente. 

"Las cartas son el acuerdo", ha dicho Trump. Llamativo el caso de Brasil, en cuya carta, además de comunicar un arancel estúpidamente elevado, del 50 %, con consecuencias para el gigante agroalimentario, el presidente de los Estados Unidos hace un alegato de defensa de Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil a punto de ser procesado en su país.

 

 

En el momento de escribir estas líneas, la Unión Europea (UE) no ha recibido carta de Trump, por lo que pensamos que las negociaciones continuan. Siguiendo los manuales al uso, la UE ha intentado negociar un acuerdo comercial propiamente dicho. Pero eso lleva mucho tiempo y al otro lado del Atlántico no están para remilgos. Los comunitarios quisieron un acuerdo “cero-cero”, es decir, sin aranceles en uno y otro sentido, pero para los americanos, esto no va de aranceles, sino de “pasta” pura y dura y, sin aranceles, se esfuma la promesa de ingresos que han vendido internamente

Quieren ingresar, por la vía arancelaria y también por el traslado de nuestras empresas a suelo norteamericano. Y no será porque no lo hayan dicho bien claro.

 

 

Si uno lo piensa bien, el punto de partida para la UE es dramático. Un 10 % de arancel general, la amenaza de un 20 % adicional en concepto de arancel recíproco, a lo que hay que añadir un 25 % de arancel en automóviles y partes de automóviles, un 50 % de acero y aluminio y, ahora anuncian un 50 % en cobre a partir del 1 de agosto.

Así las cosas, todo parece indicar que la UE tendrá que aceptar el 10 % de arancel general, y probablemente habrá conseguido excepciones para determinados sectores estratégicos sensibles que cuentan con instalaciones en Estados Unidos, como el del automóvil y el aeronáutico. También se esperan excepciones para el sector del vino y las bebidas espirituosas. Igualmente estarían negociando concesiones en la aplicación del arancel del 50 % al acero y al aluminio

Todo parece un logro, pero en realidad el resultado será una transferencia de renta de la UE a los Estados Unidos por la simple aplicación de las reglas de poder. Y eso que somos la UE.

Los demás países han hecho lo propio para salvar lo suyo, incluido el Reino Unido, que no tuvo reparos en apresurarse para minimizar daños en automóviles y acero, aun a costa de aceptar concesiones innecesarias en vacuno y etanol. Vietnam, uno de los países señalados por su superávit comercial, también es de los que no han perdido el tiempo para alcanzar un acuerdo, con generosas concesiones en favor del sector “agro” americano que la secretaria de agricultura, Brooke Rollins, celebra sin pudor alguno. 

Los demás harán lo propio, dependiendo de su exposición a las exportaciones norteamericanas o, sencillamente, recibirán una carta de Trump, con indicación del arancel aplicable y, probablemente, de redacción humillante.

Sin noticias del nuevo orden comercial internacional

Mientras todo esto ocurre, todavía no se vislumbra el orden que sustituya al sistema multilateral de comercio (SMC) que tiene en su centro a la Organización Mundial de Comercio (OMC).

La presidenta de la Comisión Europea ha tenido, por lo menos, el atrevimiento en lanzar una idea novedosa: establecer una suerte de acercamiento o de asociación con los 12 países que integran el acuerdo de libre comercio, conocido por las siglas CPTPP o Comprehensive and Progressive Trans-Pacific Partnership: Japón, Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Chile, México y otros países asiáticos. 

Se trata de un conjunto de países like minded, mayoritariamente desarrollados o emergentes que, entre todos, agrupan el 30 % del comercio internacional. El “acuerdo” en este caso, consistiría, por una parte, en renunciar a aplicar cualquier tipo de medida restrictiva para el comercio internacional y, por otra parte, a respetar en sus decisiones internas y acuerdos con terceros las reglas de la OMC. 

Este enfoque no sería más que un primer paso para proteger el SMC, sin exclusiones, al que se podrían ir añadiendo otros países, incluido Estados Unidos. Sería una manera de decir a los norteamericanos que algunas de sus quejas se entienden, aunque sus modos no puedan ser compartidos.

Desde la OMC la actividad ordinaria sigue sin pausa, pero tampoco se vislumbra cómo se puede llevar a cabo la reforma de la organización, sobre cuya necesidad hay un consenso muy amplio, pero no tanto sobre el contenido de dicha reforma.

El embajador noruego, Peter Olberg, nombrado facilitador para el proceso de reforma de la OMC informó, a principios de julio, de la ronda de consultas realizadas entre los países miembros, en la que les preguntaba qué aspectos de la organización funcionaban bien cuáles no. 

De manera muy resumida, los países consideran que la arquitectura formal de la OMC funciona, sus reglas, comités, etcétera. Pero esa formalidad no es suficiente, pues persiste el recurso recurrente a las barreras no comerciales, la competencia desleal, el abuso de la unanimidad en la toma de decisiones, la falta de actualización del principio de tratamiento diferenciado y así una larga lista de problemas que se han ido enquistando con el tiempo.

En todo caso, hasta septiembre, ni China ni Estados Unidos tendrán embajador designado ante la OMC, con lo que poco se podrá avanzar hasta entonces, aunque el segundo, que ya ha superado el filtro del Senado norteamericano, ha declarado en público que el principal error de la OMC fue admitir a China. Empezamos bien.

Mucho ruido, pero pocas nueces en la cumbre de los BRICS

Coincide que estos días, del 5 al 7 de julio, se reunía en Río de Janeiro la Cumbre de los BRICS. Recordemos que, además de a sus socios fundacionales, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, los BRICS incluyen a Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Irán e Indonesia. El 40 % de la población mundial y buena parte de las principales potencias agroalimentarias del mundo.

 

 

En su comunicado, extenso como es habitual, siguiendo la retórica de costumbre, vuelven a proclamar su confianza en el SMC con la OMC en su centro. Para los más interesados, vuelven de nuevo a proponer un sistema de pagos internacionales al margen del dólar (con amenaza de represalias por parte de Estados Unidos, no vaya a ser) y, para los del sector, una bolsa de granos o commodities agroalimentarias alternativas a las conocidas bolsas occidentales. 

El caso es que, como dice el politólogo Andrés Malamud, los BRICS solo son un foro político que no llega a la categoría de instrumento, como pudiera ser MERCOSUR o un actor, como lo es la Unión Europea. Por tanto, de sus larguísimos comunicados tampoco hay que esperar que surja un orden internacional de tipo alguno, aunque, personalmente, en algún momento, llegué a pensar que fuera posible.

Todo tiene sus consecuencias

Para quienes crean que, a pesar de todo, las cosas siguen funcionando en el mundo, la verdad es que no es así. Los problemas no han hecho más que empezar

España es un país cuyo comercio internacional ha florecido coincidiendo con la creación de la OMC en 1995. En estos 30 años, hemos pasado de tener una balanza comercial agroalimentaria negativa a finales de los 90, a ser el 7.º país del mundo por el valor de nuestras exportaciones, aunque mayoritariamente tengan por destino a la Unión Europea. 

Esta historia es trasladable a otros muchos países, sobre todo, países en desarrollo. La quiebra del sistema se dejará notar con el retroceso del comercio, no ya tanto o no solo por los aranceles, sino por lo que es peor, el ambiente generalizado de la incertidumbre, pues el comercio tiene aversión por el riesgo.

Los principales perjudicados serán los países menos desarrollados y en vías de desarrollo, lo cual se traducirá en un incremento de la inseguridad alimentaria. 

En 2015, cuando se llega al acuerdo sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, el hambre en el mundo registraba más de diez años consecutivos de reducción, sobre todo por la transformación social y económica en China; a los ojos de ese momento de optimismo, el objetivo de Hambre Cero en 2030, con un poco de esfuerzo, parecía alcanzable. 

Sin embargo, diez años después, el número de personas que pasan hambre ha aumentado casi en un 30 %, hasta 733 millones (2023), y no hay razones para esperar que la tendencia revierta a corto plazo.

Y tampoco hay razones para pensar que la guerra comercial iniciada por Donald Trump y su desafío al sistema de relaciones multilaterales vaya a contribuir a paliar esta situación; sino, más bien, a todo lo contrario.


Comercio Exterior
Economía Agroalimentaria
Descarga de responsabilidad:

Plataforma Tierra se exime de cualquier tipo de responsabilidad derivada del contenido publicado en el presente espacio web por sus respectivos autores. Los respectivos autores firmantes del contenido publicado en este espacio web son los exclusivos responsables del mismo, de su alcance y efectos, los cuales garantizan que dicho contenido no es contrario a la ley, la moral y al orden público, y que no infringen derechos de propiedad intelectual.