
22 August 2025
La superficie de la Tierra es la gran plataforma de captación de la energía solar, la fuente que determina el clima, la temperatura, la lluvia, el viento y obra el milagro de la transformación bioquímica de la fotosíntesis, la creadora de vida natural o biota.
La actividad humana, como no podía ser de otro modo, ha gestionado el entorno natural a través de la actividad agraria, compartiendo con la vida natural el aprovechamiento directo de la energía solar.
En este sentido, la agricultura ha llegado a ser un gran transformador de este medio natural y causa potencial de desequilibrios. A su vez, ante el cambio climático, aparece un nuevo actor para substituir los combustibles fósiles: se trata de la energía fotovoltaica como ocupadora de superficie y transformadora del paisaje.
Es decir, tres realidades críticas para la vida y el bienestar como son la biodiversidad natural, la actividad agraria y la energía (fotovoltaica) compiten por el mismo espacio para captar la energía solar.
Ello, sin duda, requiere de políticas armonizadoras que eviten en lo posible la generación de desequilibrios medioambientales o el desarrollo de procesos competitivos destructivos.
Como orientación estratégica, es oportuno recordar las palabras de Graziano da Silva, exdirector de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que ya advirtió: “Hay que pasar del debate de alimentos contra combustibles a un debate sobre alimentos y combustibles”.
Desde el criterio más elemental para una actuación racional y eficiente es necesario que las tres partes colaboren hacia un óptimo colectivo de equilibrio medioambiental, energía y alimentos. Ello requiere de una programación efectiva de mirada larga y una priorización adecuada según necesidad y oportunidad.
La urgencia, por posibles negligencias anteriores, no pueden justificar hacer las cosas de cualquier manera. No podemos crear impactos de manera aleatoria y desordenada sin prever los impactos futuros de tales decisiones.
Dado que el nuevo actor de la energía fotovoltaica deberá ocupar espacios ya ocupados por otras finalidades, por coherencia deberán buscarse localizaciones que, en lo posible, interfieran el mínimo a las otras funciones críticas como son la biodiversidad y la producción de alimentos.
Por esta razón, reducir las capacidades de producción alimentaria debería ser la última prioridad. Antes de ocupar tierras agrícolas productivas habría que priorizar otras ubicaciones.
Hay mejores alternativas no competitivas con la producción de alimentos, tales como:
- Tejados de las viviendas.
- Tejados de las naves industriales y espacios de polígonos industriales.
- Infraestructuras viales.
- Tierras yermas.
- Tierras agrícolas abandonadas por su dificultad física para alcanzar viabilidad económica.
- Canales de regadío.
- Fotovoltaica flotante en estanques de regadío o en los embalses.
- En nuevos espacios forestales provenientes del abandono agrícola. La superficie agrícola abandonada está formada a menudo por terrenos aplanados en forma de terrazas o bancales, tierras planas ideales para la fotovoltaica.
- Como cortafuegos en los bosques.
Sin embargo, de modo especial, debe evitarse ocupar tierras de regadío o aquellas que disponen de las infraestructuras pertinentes y se encuentran en procesos de adopción del riego.
Al mismo tiempo, habría que tener en cuenta otras fuentes de energía renovable que no interfieran la actividad agraria, entre las que cabe destacar la eólica terrestre y la eólica marítima, la hidroeléctrica, la geotérmica, la biomasa, el biogás, etc.

¿Por qué debe preservarse el regadío?
a) Porque es una herramienta de seguridad alimentaria
Porque el regadío es una herramienta clave de país para garantizar el proveimiento estratégico de alimentos y productos de la bioeconomia. Porque multiplica la producción de alimentos.
Por ejemplo, una hectárea de melocotón en los regadíos de Lleida puede producir en valor económico 30 veces más que la media de un campo de secano. Una hectárea de hortalizas puede llegar a producir más de 50 veces que la media de secano.
Porque permite producir muchos más cultivos diferentes. Por ejemplo, en los secanos de la extensa España seca no se puede producir fruta fresca (melocotón, manzana, pera, ciruela, cereza), patatas, hortalizas, alfalfa, maíz, arroz, etc.
Porque el regadío permite esquivar las sequías. Por el contrario, en sequía el secano se convierte en desierto.
La renta agrícola depende mayoritariamente de la producción de regadío a pesar de ocupar una superficie reducida. Destruir tierras altamente productivas reduce el grado de autoproveimiento y obliga a importar más alimentos a unos precios que están creciendo en tendencia a medio y largo plazo.
Sin agua no hay alimentos. El agua que necesitan las plantas puede proceder de la lluvia en regímenes regulares y con suficiente pluviometría. Pero, en áreas mediterráneas o la meseta castellana, caracterizadas por aguas escasas e irregulares, el agua que necesitan las plantas deberá provenir, en parte, del regadío, alimentado con las reservas obtenidas de las lluvias irregulares. Por ejemplo, aproximadamente en Cataluña, el 30 % del territorio en regadío produce el 70 % de la producción.

b) Porque es una herramienta de desarrollo rural
El regadío no sólo aporta agua a los cultivos para su vida y crecimiento: el regadío abre la puerta a la agricultura moderna y competitiva.
Por lo tanto, el regadío incrementa el valor añadido de las producciones al abrir las puertas a cultivos más intensivos y remuneradores; da estabilidad a las producciones y modera riesgos en pluviometría y aporta incrementos importantes de la producción.
El regadío mejora la seguridad sobre nuestro autoproveimiento del producto crítico que es el alimento
El regadío es una opción eficaz para potenciar la agricultura en regiones con dificultad, ya que genera un gran efecto inducido de creación de riqueza en la cadena y sectores relacionados.
Aporta competitividad, estabilidad y resiliencia al sector agrícola. Impulsa nuevas actividades de transformación alimentaria. Es la mejor herramienta para incrementar la renta agraria. Es una importante fuente de empleo. Fija población en el territorio y es, por tanto, una herramienta de equilibrio territorial. Además, incrementa el patrimonio al multiplicar el valor de las tierras.
En definitiva, genera un nuevo clima social al mejorar las expectativas de futuro y la autoestima.

c) Porque es una herramienta contra el cambio climático
El regadío multiplica los potenciales de captación de energía solar de los campos de cultivo a través de la fotosíntesis de las plantas. Los campos de regadío retienen mucho más CO2. Obtiene más producción biológica y, por lo tanto, más retención de CO2. Genera más actividad vegetal y animal alrededor de las áreas regadas.
En segundo lugar, potencia la agricultura de proximidad y reduce importaciones. Evita deforestación al reducir las necesidades de superficie de cultivo. Evita el abandono de explotaciones y el riesgo de unos espacios degradados. Es una herramienta contra la desertización y, por lo tanto, evita la pérdida de potenciales de producción agrícola.
El regadío facilita extraordinariamente la agricultura de precisión a través del uso de sistemas digitales, teledetección, sensórica y biosensórica. Mediante la técnica de fertirrigación se aporta a las plantas, de manera más eficiente y menos contaminante, justo lo que necesitan de fertilizantes u otros inputs.
d) Porque es un sin sentido destruir infraestructuras útiles y necesarias
Transformar unos campos de cultivo de regadío en un parque de placas solares (sin incluir la agrovoltaica, que puede convertirse en una alternativa win-win para zonas de regadío) supone la destrucción de una infraestructura de uso público y necesario para el cumplimiento de objetivos críticos de país.
Estas infraestructuras han sido construidas con importantes recursos públicos hacia una finalidad de interés común: producir alimentos y productos renovables de la bioeconomía.
Posiblemente, la destrucción del regadío por parte de un gobierno podría ser considerado como malversación de recursos.
e) Porque es absurdo: las tierras de regadío no son necesarias
Ocupar tierras de regadío supone un daño innecesario. En ningún caso hace falta la superficie de regadío para cubrir las necesidades de energías renovables. Más aún, teniendo en cuenta la existencia de sobradas otras opciones.
Ocupar tierras de regadío por placas solares, destruyendo el cultivo, es hacer un daño importante permanente en contraposición a otras opciones que no son perjudiciales o no lo son tanto.
Argumentos en defensa de la instalación de placas solares en superficie de regadío
Desde la Unión Europea se ha establecido la necesaria defensa de los terrenos de mayor valor agroecológico, criterio pertinente pero que se refiere a la calidad del suelo y no a su productividad. Sin embargo, además y sobre todo en España, preocupa la productividad de los terrenos, donde el regadío juega un rol esencial.
En este sentido, desde el Estado y las comunidades autónomas de España se ha legislado acerca de la instalación de energías renovables.
Sin embargo, desde distintos centros de influencia se ha intentado frenar que la legislación prohibiera la instalación de placas solares sobre terrenos de regadío (existente o potencial) en substitución de la actividad agrícola. Incluso, por ejemplo, en el caso de Cataluña ha habido un largo y complejo proceso de quita y pon de esta prohibición, algo que indica la presión sobre este aspecto normativo.
Cabe preguntarse por qué hay tal interés en hacer posible el uso de las tierras de regadío, cuando no son necesarias para cumplir el objetivo de la autosuficiencia energética. El interés proviene básicamente de las compañías instaladoras o gestoras de la electricidad y de los propietarios de los terrenos (agricultores o rentistas). Algunos ayuntamientos también lo valoran como fuente de ingresos fiscales.
Por parte de las empresas instaladoras o gestoras de la energía fotovoltaica, el interés proviene, en primer lugar, de la facilidad que ofrecen los terrenos de regadío, dado que son terrenos planos, de modo natural o debido a la acción de los agricultores. Pero también, porque el regadío atrae población, impulsa industria y, por ello, suelen existir facilidades de conexión a la red eléctrica.
Es, por tanto, un tema de costes para el instalador que deberían compararse con los costes de las pérdidas estratégicas de producción.
Para el cálculo deberían equipararse los sobrecostes de una instalación de placas fuera del regadío con los costes para substituir la producción alimentaria que las placas solares destruirían. Sin duda, el cálculo ofrecería un saldo contrario a la instalación de placas solares en terrenos de regadío. Pero a ningún instalador le ha preocupado este cálculo.
Por parte del propietario es la oportunidad de obtener unas rentas superiores a las que le ofrece la actividad agrícola.
El tema y el problema radica en la insuficiente distinción entre intereses públicos e intereses privados y en el menoscabo crónico de la producción alimentaria. Se afirma la criticidad de la transformación energética cuando, sin duda, es mucho más crítico el abastecimiento de alimentos a la población.
Se afirma la criticidad de la transformación energética cuando, sin duda, es mucho más crítico el abastecimiento de alimentos a la población
En el debate sobre este tema desde el sector de las energías renovables hay destacados especialistas y expertos que coinciden con las argumentaciones de este artículo. Pero, prevalecen opiniones a favor de la libertad de ubicación sin distinciones. Como argumentos se utilizan cortinas de humo para ocultar la finalidad estrictamente de interés privado de su postura. Dada la débil solidez de los argumentos, algunas opiniones se han expresado con demasiada arrogancia.
Desde el sector público se han hecho declaraciones negando la destrucción de tierras de regadío por placas solares. Pero en este tema no se precisan declaraciones, se precisan leyes.
Lo sencillo es dejar hacer y que la expresión libre de los diferentes intereses configure el resultado final. Lo más responsable es defender los intereses estratégicos del país, a largo plazo, y actuar en consecuencia. Lo irresponsable es destruir unas infraestructuras de regadío por infraestructuras fotovoltaicas, cuando ello no es necesario para cumplir el reto medioambiental con relación a las energías renovables.
Teniendo en cuenta, además, que son infraestructuras útiles y críticas para el abastecimiento alimentario y desarrollo de la estratégica agroalimentación española.
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