

29 July 2025
El pasado mes de junio celebramos los 40 años de la firma del Tratado de Adhesión de nuestro país, junto con Portugal, a las Comunidades Europeas.
Aunque la agricultura española no entró en Europa hasta el 1 de marzo 1986, y sectores como las frutas y hortalizas, el vino y el aceite de oliva no lo hicieron plenamente hasta el 1 de enero de 1992, con el Mercado Único, estas son fechas para celebrar.
Las cifras cantan
Como nos recuerda Mercedes Salas, las importaciones agrarias de España alcanzaban los 652.500 millones de pesetas (3.900 millones de euros) en 1985 y las exportaciones los 681.755 millones de pesetas (4.090 millones de euros). Ahora, España tiene un superávit de 18.044 millones de euros en el comercio agroalimentario, que en 2024 registró su récord histórico de exportaciones con 71.194 millones.
España es el segundo país exportador de los Veintisiete, detrás de Países Bajos —gran país reexportador—. En el sector de las frutas y hortalizas, por ejemplo, FEPEX nos recuerda "la evolución de la exportación hortofrutícola: de 4,9 a 13,5 millones de toneladas".
No cabe imaginar nuestro sector fuera de la Unión Europea
Tenemos razones para manifestar nuestros desacuerdos con algunas decisiones, o ausencias de decisiones; tenemos motivos para subrayar lo lento que van a veces las cosas y lo que cuesta mover ficha. Pero Europa es nuestra casa, que tenemos que cuidar porque su debilitamiento es el debilitamiento de todo el sector, e incluso de España en el mundo.
A Europa le pasa como a nuestra democracia. La creemos consolidada, la damos por establecida y múltiples hechos de estos últimos años (y no digamos meses) nos demuestran que esto no es verdad. En particular, para muchos jóvenes que han tenido la gran suerte de nacer en democracia y en Europa, los hombres y sobre todo las mujeres, lo dan por amortizado, asegurado, perenne.
Muchas veces, cuando veo algunos de nuestros políticos —y lideres sindicales, incluso en el sector agrario— criticando sistemáticamente a Europa, únicamente hablando en negativo en vez de subrayar también los importantes logros; cuando siento que estos discursos para lo único que sirven es para distanciar a la opinión pública, a los agricultores, me acuerdo de este proverbio chino que reza: "El tonto es aquel que levanta alta la piedra para dejarla caer sobre sus pies".
Razones no faltan, como el reciente “acuerdo” arancelario con los Estados Unidos. Nos referimos tanto a su contenido —al menos lo que se sabe a la hora de escribir estas líneas—, como a las formas con la presidenta de la Comisión, Ursula van der Leyen, yendo al rancho irlandés del presidente Trump.
Los discursos únicamente negativos contra “Bruselas” sirven para distanciar a la opinión pública, a los agricultores, de la construcción europea, olvidando que tenemos la Unión Europea que nos merecemos, fruto de los políticos nacionales que hemos votado.
Lo que demuestra el “acuerdo” con Estados Unidos es que Europa es hoy un gigante económico y un enano político. Nuestras divisiones internas —entre países y dentro de nuestro propio país—; el auge de los partidarios de la "Europa de las naciones"; gobiernos nacionales que no creen en la construcción europea; Estados miembros que creen que "Europa nos roba" y militan en el Club de los Rácanos en las negociaciones sobre el presupuesto europeo; todo esto transforma a Europa en enano político y débil negociador.
La solución no es menos Europa
Si este “acuerdo” es el “mejor resultado que podíamos conseguir”, como nos dice la presidenta, imaginad lo que habríamos conseguido si cada país europeo hubiera negociado por su cuenta con el gigante americano.
La solución es, al contrario, más Europa, una Europa más fuerte, más unida, más federal para ser un gigante entre los gigantes.
Construir y no destruir
Por esto me gustó el comunicado de FEPEX —“40 años de la adhesión de España a la UE y la evolución de la exportación hortofrutícola: de 4,9 a 13,5 millones de toneladas”—, como me gustó Pedro Barato cuando dijo eso de “entrar en Europa fue muy positivo para el campo español. Pero no fue fácil. Hubo dificultades, productos que no eran europeos y muchas adaptaciones. Aun así, el sector agrario supo estar a la altura"; o cuando José María Castillo, director de la oficina de ASAJA Bruselas, escribe eso de "la historia de España en la Unión Europea es una historia de transformación. De modernización. De esperanza. Pero también debe ser una historia de compromiso. Y el campo español ha cumplido".
Me dicen que en China se usa la misma palabra para decir "crisis" y "oportunidad". Frente a la ola de negativismo europeo, el legítimo cabreo, la lógica indignación, deberíamos recuperar la ilusión europeísta que atravesó nuestro país en aquel año 1985.
Habría escrito el mes pasado "Europa es hoy más necesaria que nunca" para todos, y también para los productores agrarios. Hoy escribo "Más Europa es hoy más necesario que nunca".
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