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La falta de rentabilidad está acelerando la transformación de la agricultura española

Cadena de Valor
Economía Agroalimentaria
Billete de 50 euros en un campo de trigo

23 June 2023

Los resultados expuestos en el Observatorio sobre el sector agroalimentario español, que elabora Ivie y publicamos anualmente en Cajamar, vuelven a mostrar un balance positivo, con un incremento del VAB del 3,3 % en 2022, hasta superar los 111.000 millones de euros.

En términos de empleo el comportamiento también ha sido positivo al contar con casi 23.000 trabajadores más, que elevan el número total de empleados en el sector hasta los 2.347.000.

Y hemos vuelto a batir nuestras ventas al exterior con un valor de las exportaciones de 69.645 millones de euros.

Pero no todo ha sido positivo, y hay dos variables que han tenido consecuencias relevantes para el sector: por un lado, el fuerte incremento que han experimentado los costes de producción y, por otro, la fuerte sequía que empezamos a sufrir en 2022 y que parece consolidarse en este 2023.

La consecuencia de estos elementos negativos ha sido un fuerte incremento de los precios de los alimentos, que en España ha alcanzado el 16,5 %, siendo la media de la UE-27 del 19,6 %, y que en Hungría ha llegado a ser de más del 45 %.

Sobre costes, márgenes y beneficios

Este fuerte incremento ha provocado un intenso debate social en el que, en ocasiones, parece encontrarse la causa en un aumento de los márgenes empresariales en todas y cada una de las fases de la cadena alimentaria. 

Es decir, que los agricultores, industriales y distribuidores han aprovechado la coyuntura para incrementar sus beneficios.

Sin embargo, un análisis de la evolución de los costes de producción, principalmente en las fases de industria alimentaria y de la producción primaria, muestran que esos argumentos están lejos de ser reales.

En el caso de la industria alimentaria, el fuerte incremento de los costes energéticos, de la mano de obra y de las materias primarias ante la escasez de producto, ha llevado a que durante el año 2022 el índice de precios de producción de la industria de alimentos haya crecido en un 20,6 %. Muy por encima del 16,5 % de la inflación.

Pero la situación probablemente más complicada la están viviendo una parte significativa de los agricultores y ganaderos españoles.

Tomando como referencia los datos de las macromagnitudes agrarias que publica el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en el año 2022 el valor de la rama agraria alcanzó un récord de más de 63.000 millones de euros, con un crecimiento del 11 % con respecto al año anterior. 

La renta agraria ha caído más de un 6 % en apenas un año

Sin embargo, estos buenos resultados se vieron totalmente oscurecidos por un encarecimiento de los consumos intermedios del 29 %. A lo que habría que añadir un 6 % adicional de gastos de amortización. Como resumen, la renta agraria ha caído en solo un año en más de un 6 %.

Cae la producción y se abandonan explotaciones

Esta situación provoca que muchas explotaciones estén soportando resultados de explotación negativos difíciles de mantener en el tiempo, y que son especialmente preocupantes para el sector ganadero, ya que no tiene capacidad para ajustar a corto plazo su nivel de gastos y de producción.

El resultado ha sido que durante el año 2022 hayan desaparecido el 7 % de las explotaciones lácteas y el 16 % de las explotaciones de cebo de porcino. 

Para las explotaciones agrícolas no disponemos de datos anuales del número de las mismas que cesan su actividad, pero seguro que en las próximas encuestas de estructuras agrarias se observarán cambios significativos.

El otro factor que ha condicionado fuertemente la caída de la oferta ha sido la sequía, que ha afectado principalmente a los cultivos de secano pero que también ha podido influir sobre las dotaciones de los regadíos con una menor agua disponible y que han sufrido una reducción de los rendimientos.

La conjunción de estos dos factores ha traído como consecuencia una caída muy acusada de la mayor parte de las producciones agrarias que podemos resumir en:

 

 

Y lo peor es que para la mayor parte de estas producciones continuará la caída a lo largo de 2023.

Debilidades estructurales

Después de una trayectoria modélica en la que la agricultura española había dado un salto cuantitativo y cualitativo espectacular, que le había permitido posicionarse como una referencia internacional y con un continuado crecimiento de su competitividad, una serie de situaciones coyunturales han venido a sacar a la luz algunas de las debilidades estructurales de nuestro modelo, que van a exigir de una atención prioritaria por parte de los diferentes agentes del sector.

A continuación, enumeramos los aspectos que consideramos más relevantes. 

La gestión del regadío

España siempre ha sido un país con precipitaciones muy variables, lo que nos ha obligado históricamente a gestionar la disponibilidad de agua para asegurar la producción de alimentos. Esta variabilidad se ha acentuado en los últimos años como consecuencia del cambio climático y nos exige realizar un esfuerzo adicional para asegurar que tenemos suficiente agua para los diferentes usos. Siendo el agrario el más relevante en términos de cantidades consumidas. 

Limitar y/o reducir el regadío tendría consecuencias no solo desde el punto de vista productivo y económico, sino también social, ya que el regadío fija a la población en los territorios; y medioambiental, porque las condiciones áridas de muchas regiones provocarían la desertificación de las mismas.

Pero también es cierto que tenemos que mejorar la gestión del regadío, tanto con el empleo de tecnologías que nos permitan minimizar el consumo, como de gobernanza para que el agua sea elemento de colaboración y no de confrontación.

Suele ocurrir que solo nos preocupamos de la mejora de la gestión de los recursos hídricos en épocas de sequía y nos olvidamos cuando vuelven las lluvias. Deberíamos ser capaces de gestionar como si siempre estuviésemos en sequía.

La modernización necesaria

El segundo aspecto importante que nos gustaría destacar es la necesaria modernización de las explotaciones agrarias. Desde todas las perspectivas posibles:

  1. Una actividad económica en el que más del 40 % de los agentes tienen más de 65 años y solo el 0,5 % son menores de 25 años tiene un serio problema de continuidad.
  2. Igualmente preocupante es que solo el 28 % de los jefes de explotación sean mujeres.
  3. Y en una actividad que cada vez es más tecnológica y especializada se necesita una formación profesional o superior que solo tienen el 4 % de los agricultores.
  4. El sector agrario español es muy heterogéneo y con una variabilidad de la dimensión económica de las explotaciones muy superior a la de la mayor parte de los países europeos. En España hay más de 914.000 explotaciones agrarias, frente a las 393.000 de Francia o las 262.000 de Alemania. En nuestro país el 63 % de las explotaciones no alcanzan los 15.000 euros de producción estándar anual, lo que implica que una persona no pueda dedicarse a la misma como actividad principal. En Francia ese porcentaje se reduce al 21 % y en Alemania al 28 %. En sentido contrario, en España solo el 17 % alcanzan producciones superiores a los 50.000 €, mientras que en Alemania son el 49 % y en Francia el 61 %.

Industria y valor añadido

El tercer factor a tener en cuenta es la necesidad de generar más valor por nuestras producciones. Durante muchos años hemos realizado un gran esfuerzo por ser más competitivos por la vía de los costes de producción. Y, como queda de manifiesto anualmente en el Observatorio, hemos sido capaces de hacerlo muy bien, ya que la productividad por empleado es un 120 % superior a la media europea y los costes unitarios de producción son un 70 % inferiores. 

Sin embargo, en general hemos prestado poca atención a generar productos de más valor. Y aquí volvemos a insistir la necesaria apuesta por la inversión en I+D+i y en la mayor transformación de la producción agraria a través de la industria. Y para ello también es importante que las empresas españolas incrementen su dimensión.

Eficiencia y sostenibilidad 

Y el último factor que queremos mencionar es el de la preocupación por la sostenibilidad. Aquí debemos partir del hecho que es mucho más difícil identificar y calcular una serie de indicadores sintéticos que nos den una imagen real del esfuerzo que está realizando el sector agroalimentario español por ser más sostenible. 

No tenemos un VAB o un número de empleados que nos permitan saber dónde estamos, como hemos evolucionado y que nos permitan compararnos con nuestros vecinos. 

En cualquier, mientras que se encuentran esos indicadores podemos ir avanzando en la optimización del consumo de fertilizantes, de fitosanitarios, de agua y de combustibles. En la incorporación de las energías renovables y en el desarrollo de proyectos de economía circular.

 

Para realizar todos estos cambios estructurales se necesitan recursos económicos, que probablemente estén disponibles tanto a través de los fondos diferentes europeos como por la tradicional financiación bancaria, así como por los nuevos fondos de inversión que están muy interesados en invertir en el sector agroalimentario español.

Pero previamente es necesario consensuar y diseñar el modelo de sector que queremos entre todos los que formamos parte del mismo.

 

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