
29 May 2025
Desde principios del siglo XXI, pero también desde 20 años antes, el potencial vitícola, que incluye principalmente la superficie de viñedo de uva para vinificación, se ha ido paulatinamente reduciendo en nuestro país.
En cifras redondas, desde los más 1,2 millones de hectáreas que había entonces hasta poco más de 950.000 hectáreas. Es decir, contamos en estos 25 años con unas 250.000 ha menos.
Son diversos los factores que han incidido en esta reducción de la masa vegetal vitícola española, pero sin duda, el más destacado tiene que ver con la rentabilidad de este cultivo leñoso y con la propia evolución experimentada por la agricultura española desde el último cuarto del siglo pasado hasta la actualidad.
Antes, en muchos pueblos, en los albores de nuestra democracia, a mediados de los años 70, la mayoría de la gente que se dedicaba a la agricultura tenía una o varias parcelas con viñedo para autoabastecerse de uvas y de vino, que era casi como un producto básico de su dieta alimentaria, durante todo el año y vender el excedente, si había, a los intermediarios que venían a comprarlo. Un viñedo, por muy pequeño que fuera, era como tener un cerdo, una vaca o unas gallinas para garantizarse carne, leche o huevos para consumo propio.
Con la progresiva tecnificación y especialización de la agricultura y de la ganadería durante este último medio siglo, todo eso prácticamente (o en gran parte) ha desaparecido. Ese cambio de paradigma ha sido un factor clave de lo que ha acaecido en el sector agrario español, no solo en este cultivo, sino también en el resto de los cultivos y de la ganadería.
En este tiempo, el sector vitivinícola español se ha especializado y tecnificado enormemente, incorporando valor añadido y, en la actualidad, es uno de los actores más importantes del comercio mundial de vino y mosto, junto a Francia e Italia, no solo en volumen, sino sobre todo por su óptima relación precio-calidad en los mercados.
Sin embargo, todo ello no ha sido suficiente para frenar el progresivo descenso del potencial vitícola medido en hectáreas. Es verdad que, con la reestructuración y reconversión vitícola, financiada en parte por la UE y en parte por el propio sector, una mayor tecnificación y el uso de riego por goteo, los rendimientos se han incrementado casi exponencialmente en muchos casos y ahora, con bastante menor superficie, se logran mayores producciones.

Rentabilidad y trasvase de cultivo
Cabe preguntarse por qué no ha continuado incrementándose la masa vegetal vitivinícola. Y la respuesta es casi obvia: por el descenso de la rentabilidad del cultivo. Un descenso que, por supuesto, no es homogéneo ni en todas los territorios o zonas geográficas, ni en todos los tipos de vino o de elaboraciones.
Consecuencia de ello también, se ha producido en los últimos años un trasvase de superficie de viñedo a otros cultivos leñosos, como el almendro y el pistachero, que apuntan a una mayor rentabilidad.
Según un reciente informe del Ministerio de Agricultura, que analiza el periodo 2012-2022, unas 5.445 ha de viñedo en regadío y 14.158 ha en secano se habrían trasvasado al cultivo de almendro, y 2.381 ha de viñedo en regadío y 2.414 ha en secano, al cultivo de pistacho. Una tendencia que ha continuado en estos últimos años.
Tras la crisis de excedentes de las tres campañas del periodo 2008-2011, que supuso el arranque obligatorio de más de 96.000 ha de viñedo en nuestro país, el 8,5 % de su masa vegetal, financiado con 926 millones de euros de la UE, podría decirse que el sector vitivinícola español se enfrenta en estos momentos a una segunda ola de dificultades, pero con rasgos muy diferentes.
En la actualidad, no estaríamos tanto ante una crisis de stocks o de oferta que, por el contrario, ha disminuido en los dos-tres últimas campañas, como ante una crisis de demanda o de consumo.

Múltiples factores
El sector debe ahora enfrentarse -y de hecho ya se está enfrentando- a las consecuencias del cambio climático, causa de una creciente vulnerabilidad en las cosechas, pero sobre todo al cambio también en las preferencias y gustos de los consumidores (menores momentos de consumo, pero de más calidad, elaboraciones con menor graduación alcohólica…etc.); a las campañas genéricas anti-alcohol, lideradas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las sociedades médicas, así como a las incertidumbres comerciales derivadas del complejo contexto geopolítico y económico, que se ven agravadas por los aranceles de la Administración Trump en Estados Unidos.
País este que, no hay que olvidar, representa casi un 16 % del consumo mundial de vino, con 33-35 millones de hectolitros anuales (OIV, 2025) y que para las exportaciones españolas representa el primer destino fuera de la UE, con permiso de Reino Unido, y el tercer mayor importador mundial, con 12,3 millones de hectolitros, por detrás de Alemania y Reino Unido.
Ante este conjunto de factores, las nuevas plantaciones de viñedo, que también se producen, no logran compensar los arranques y abandonos de cepas que se llevan a cabo cada campaña. Por tanto, la perspectiva es que siga reduciéndose el potencial vitícola nacional en los próximos años, con una masa vegetal que podría perforar el suelo de las 900.000 hectáreas, y con un potencial, que se acercaría también a esa cifra.
Potencial a la baja
Al cierre de la pasada campaña 2023/24 (31 de julio de 2024), nuestro país contaba con un potencial vitícola de 951.991 hectáreas y con una superficie plantada de viñedo de 913.695 ha (95,98 % del potencial total), según los datos recabados en un informe por el Ministerio de Agricultura de los registros vitícolas autonómicos.
En relación con la campaña precedente, el potencial productivo vitícola, constituido por la superficie plantada, los derechos de plantación vigentes, las resoluciones de arranque concedidas y las autorizaciones plantación concedidas también, pero aún no ejecutadas, disminuyó un 0,96 % y en 9.208 hectáreas, mientras que la superficie realmente plantada se redujo un 1,55 % y en 14.413 hectáreas.
De las 38.296 ha teóricas de potencial, fuera de la superficie plantada, corresponden a derechos de plantación, que no han sido convertidos en autorizaciones, unas 5.913 ha (0,62 % del potencial vitivinícola), teniendo en cuenta, aclara el MAPA, que desde el 1 de enero de 2023, aquellos derechos de plantación para los cuales no se haya solicitado su conversión en autorizaciones de plantación con anterioridad a esta fecha, ya no podrán realizar la conversión.
Además, otro 1,82 % de dicho potencial y 17.363 ha son resoluciones de arranque de viñedo concedidas a 31 de julio de 2024 sin convertir en autorizaciones, y otro 1,58 % del total y 15.018 ha corresponden a autorizaciones de plantación concedidas, pero no ejercidas al final de la campaña 2023/24. Dentro de estas últimas, unas 11.333 ha son autorizaciones para replantación de viñedo; otras 1.178 ha, autorizaciones por conversión de derechos, y 2.507 ha, autorizaciones de nueva plantación de viñedo.
El MAPA apunta que el potencial de producción vitícola español experimentó un descenso del 9,5 % y de 100.175 ha desde la campaña 2011/12, periodo en que había concluido el programa comunitario de arranque obligatorio de viñedo, que había dejado ya fuera de producción cerca de 100.000 ha de viñedo entre 2008/09 y 2010/11 en nuestro país.
Las CCAA con mayores descensos de su potencial vitícola desde 2011/12 han sido Andalucía (-40,08 %), Región de Murcia (-33,34 %), Comunidad Foral de Navarra (-24,34 %), Aragón (-15,84 %), Comunitat Valenciana (-15,15 %) y Cataluña (-11,36 %). Por el contrario tres CCAA, Castilla y León (+7,6 %), La Rioja (+3,55 %) y Galicia (+1,16 %) incrementaron el suyo desde entonces.
Menor superficie plantada
Por su parte, la superficie plantada de viñedo se ha reducido menos que el potencial vitícola durante este tiempo. Desde el final de 2011/12 al término de la 2023/24 bajó un 4,14 % y en 39.482 hectáreas. A 31 de julio de 2012 ascendía a 953.172 hectáreas, aguantando hasta el 31 de julio de 2019 por encima de las 950.000 ha, para descender en las siguientes campañas (salvo en la 2020/21, que aumentó en 1.292 ha) hasta cerrar en 913.695 ha en la campaña anterior.
Las CCAA con mayores recortes de superficie desde 2011/12 fueron las mismas que redujeron su potencial, con Andalucía a la cabeza (-35,9 %), seguido de la Región de Murcia (-24,7 %) Navarra (-14,1 %) y Comunitat Valenciana (-11,7 %), mientras que aumentaron su masa vegetal durante este periodo Castilla y León (+13,7 %), La Rioja (+6,2 %), País Vasco (+2,9 %) y Galicia (+1,6 %).
Con Indicación Geográfica
La mayor parte (96,76 %) de la superficie plantada de viñedo en nuestro país se encuentra en zonas amparados por una Indicación Geográfica (IG), con 884.132 ha, mientras que el otro 3,24 % restante y 29.563 ha se encuentra fuera. De las zonas amparadas por una IG, unas 825.276 ha corresponden a viñedos para la producción de vino con Denominación de Origen Protegida (DOP) y, dentro de este marco, unas 513.212 ha pueden también producir vinos con Indicación Geográfica Protegida (IGP), mientras que otras 58.856 ha de viñedo están calificadas para producir solo vino con IGP fuera de las zonas con DOP.
Además, otras 17.042 ha de viñedo se encuentran en zonas amparadas con DOP/IGP, pero solo pueden producir vino sin DOP/IGP, mientras que 12.521 ha se encuentran, además, de fuera de una zona DOP/IGP, sin que puedan producir vino amparado por estas indicaciones geográficas de calidad.
Nuevas hectáreas
Por otro lado, a pesar de que al final de la campaña 2023/24 hubo una reducción del potencial vitícola y de la superficie plantada de viñedo de uva para vino respecto a la campaña anterior, se plantaron 10.627 nuevas hectáreas en nuestro país, equivalente al 1,16 % de la superficie plantada en España, con Castilla-La Mancha a la cabeza, con más de la mitad (54,6 %) del total y 5.801 ha, seguido de Castilla y León, con 1.061 ha; Cataluña, con 738 ha; Extremadura, con 541 ha; Comunitat Valenciana, con 524 ha; Aragón, con 426 ha…etc.
Menos explotaciones
A la par que la progresiva reducción del potencial vitícola, el número de explotaciones dedicadas a este sector también ha ido recortándose, como ha venido sucediendo en otros sectores agrícolas, debido tanto a un proceso inevitable de envejecimiento y salida de sus titulares, como de concentración y mayor tecnificación de las parcelas.
Al final de la campaña 2023/24, el MAPA contabilizaba un total de 532.034 explotaciones vitícolas, con un descenso del 0,81 % y de 4.325 en número. Es, no obstante, un recorte inferior al de las dos campañas precedentes (-1,03 % y 9.673 menos en 2022/23 y un -1,44 % y 7.812 menos en 2021/22).
Por tramos de superficie, el extremo más bajo, de igual o menos de 0,5 ha, representaba el 70,2 % del total y 373.329 explotaciones, aumentando en 580 respecto a 2022/23, pero concentrando solo el 5,7 % de la superficie total y 51.797 ha, con una media teórica de algo menos de 0,14 ha por explotación.
En el otro extremo, el más alto, con más de 10 ha por explotación, se concentraba un 4 % del total en número y 21.425 explotaciones, con un descenso de 259 al cierre de 2023/24, pero representando el 61,6 % de toda la superficie de viñedo, unos 0,5 puntos más que una campaña antes, acumulando 562.304 ha, unas 5.046 ha menos que en el periodo precedente, a una media teórica 26,25 ha por explotación.
En los tramos intermedios, entre 0,50 y 1 ha de superficie, había un 10,4 % del total, con 55.277 explotaciones, unas 1.061 menos que en la campaña anterior y concentraba un 4,3 % de esta masa vegetal , con 39.307 ha, unas 418 ha menos, mientras que en el tramo de entre más de 1 y 2 ha de dimensión había un 6,8 del total y 36.258 explotaciones, con una reducción de 1.949, concentrando 51.056 ha (5,6 % del total), unas 1.378 ha menos, y, por último, en el intervalo de más de 2 ha e igual o menos de 10 ha, había 45.745 explotaciones (8,6 %), unas 1.637 menos que al final de 2022/23, ocupando 209.231 ha, unas 7.619 ha menos, y concentrando un 22,9 % de toda la superficie de viñedo.
La superficie media teórica por explotación a nivel nacional bajó a 1,72 ha, frente a las algo más de 1,73 ha de la campaña anterior, destacando País Vasco, con 9,89 ha/explotación, Extremadura (6,65 ha), Murcia (6,61 ha), mientras que en el otro extremo el minifundio gallego tenía una media de apenas 0,15 ha/explotación, seguido de Canarias (0,29 ha), Asturias (0,49 ha), Cantabria (0,50 ha), etcétera.
Entre las CCAA con mayor viñedo, Castilla-La Mancha contaba con una media teórica de 5,72 ha/explotación, Cataluña (6,49 ha), La Rioja (4,81 ha); Comunitat Valenciana (2,94 ha) o Castilla y León (1,08 ha).
Por variedades de uva
Por último, el informe del MAPA hace un desglose por color y superficie de las variedades de uva de vinificación plantadas en nuestro país, destacando que más de la mitad (52,7 %), con unas 481.517 ha, corresponde a uvas tintas y el 47,3 %, con 432.178 ha a blancas, con tendencia a que estas últimas aumenten ligeramente su presencia frente a las primeras.
Un 46,1 % del total de las tintas son de la variedad Tempranillo, con 195.076 ha (21,4 % de la superficie total), seguido de la Garnacha tinta (59.209 ha), Bobal (51.952 ha), Garnacha tintorera (42.849 ha), Monastrell (32.947 ha), Cabernet Sauvignon (16.557 ha) y Syrah (15.402 ha). En conjunto, estas variedades representan el 88 % del total de las tintas y el 45 % de toda la superficie vitícola del país.

En las variedades blancas, la Airén sigue siendo predominante, con 185.614 ha, un 44 % del total y un 20 % de toda la superficie de viñedo. Le siguen la Macabeo (56.896 ha), Verdejo (25.208 ha), Pardina (21.083 ha) y Cayetana blanca (12.350 ha). Estas cinco variedades concentran el 71 % de las blancas y el 33 % de total la superficie vitícola nacional.
Según el Ministerio de Agricultura, en los últimos años se observa un leve crecimiento de las variedades blancas, mientras que, en las variedades tintas, la tendencia ha sido creciente hasta 2012.
Sin embargo, también en las últimas campañas se ve un cambio de tendencia en estas variedades, con una mayor estabilidad respecto al total nacional.
Con respecto a la campaña 2022/23 anterior, mientras que la superficie de variedades blancas plantadas tuvo un ligero descenso, este fue más acusado en las tintas. Desde la campaña 2014/2015, las variedades que más incrementaron su superficie fueron la Garnacha Tintorera con 16.950 ha más; Macabeo, con 10.440 ha más; Verdejo, con 6.851 ha, y Chardonnay, Sauvignon Blanc, Beba y Tinto de la Pámpana Blanca, 4.519 ha, 4.258 ha, 3.583 ha y 3.307 hectáreas más, respectivamente, según el MAPA.
Con respecto a las que más vieron reducir su superficie desde 2014/2015 destaca la variedad Airén, con 31.417 ha menos; la Bobal, con 10.422 ha menos; la Monastrell, con 10.119 ha a la baja, así como Tempranillo, con una reducción de 8.171 ha, y las variedades Listan Blanco de Canarias, Syrah, Pardina, Cabernet Sauvignon, Palomino, Listan Negro, y Garnacha Tinta con 7.511 ha, 4.392 ha, 4.347 ha, 3.768 ha, 3.208 ha, 3.092 ha y 2.860 hectáreas menos, respectivamente.

Concentración
A pesar del cada vez mayor auge de las variedades minoritarias, autóctonas y/o recuperadas, en busca de la diferenciación y de una mayor especificidad de los vinos, la concentración de mapa varietal español es aún bastante considerable.
De hecho, el top 10 de variedades de uva más plantadas representan tres cuartas partes (75 %) de la superficie total de viñedo para vinificación en España.
Por este orden, Tempranillo, Airén, Garnacha tinta, Macabeo, Bobal, Garnacha tintorera, Monastrell, Verdejo, Pardina y Cabernet Sauvignon suman en conjunto un total de 687.391 hectáreas.
En un periodo de tiempo algo más largo, desde el promedio 2000-2007 hasta el final de la pasada campaña 2023/24, según un análisis de La Semana Vitivinícola, la principal variedad, la tinta Tempranillo y sus sinonimias, se ha expandido un 66 %, como consecuencia sobre todo del impulso que se le dio (quizás, no demasiado acertadamente) a la misma en los primeros planes de reestructuración y reconversión de viñedo llevados a cabo en nuestro país en parte con fondos comunitarios, mientras que la blanca Airén, la segunda en superficie, perdió un 45 % de su masa vegetal desde entonces.
Entre las variedades blancas, la francesa Chardonnay es la que ha tenido durante todo este periodo un mayor dinamismo, al aumentar su superficie plantada un 527 %, superando las 12.000 ha al final de 2023/24, junto a la Verdejo, que observó un incremento del 369 %, pasando de apenas 5.380 ha en el promedio 2000-2007 hasta las 25.208 ha al cierre de la campaña anterior.
En tintas, la variedad de uva que más crecimiento tuvo durante el periodo aludido fue la Syrah, que pasó de 791 ha del promedio a 15.402 ha al término de 2023/24, es decir, con un aumento del 1.847 %.
Con crecimientos también importantes están la Garnacha tintorera (+468 %), desde 7.540 a 42.849 ha; Merlot (+224 %) desde 3.569 a 11.556 ha, y la Cabernet Sauvignon (+200 %) desde 5.516 ha a 16.557 hectáreas.
La tendencia, sin embargo, en los últimos años es ir sustituyendo en parte y en la medida de lo posible las variedades de origen francés por cepas autóctonas, menos conocidas o más resistentes a los cambios del clima.
Entre los descensos durante el tramo temporal señalado, además de la blanca Airén, cabe destacar a las variedades blanca Pardina (-60 %), cultivada principalmente en Extremadura, desde 53.215 ha en el promedio 2000-2007 a 21.083 ha a 31 de julio de 2024, además de las tintas mediterráneas Monastrell (-49 %), desde 65.112 a 32.947 ha, y Bobal (-44 %), desde 92.629 a 51.952 hectáreas.