
22 May 2025
Resumen ejecutivo
Los mercados internacionales de materias primas han entrado en una fase de estabilización, tras varios meses marcados por la volatilidad de precios y la incertidumbre macroeconómica. Desde principios de año productos como el trigo, el maíz, la soja y el petróleo han registrado bajadas notables, impulsadas por una combinación de factores: mejora en las previsiones de cosecha en el hemisferio norte, fortalecimiento del euro frente al dólar, y el temor a represalias comerciales tras el endurecimiento arancelario de Estados Unidos. Aunque este último sigue generando incertidumbre, su impacto directo se ha atenuado recientemente por las posibilidades de firma de acuerdos.
El Departamento de Agricultura de EEUU (USDA) proyecta una sólida recuperación de la producción mundial de cereales. El trigo alcanzaría los 808 millones de toneladas (+1,1 % respecto a 2024), con la Unión Europea liderando el repunte, seguida por Sudamérica y China. Para el maíz, se espera una producción récord de 1.264 millones de toneladas (+3,6 %), impulsada por aumentos significativos en América del Norte y del Sur.
La oferta global superará por primera vez desde 2020 a la demanda, con un leve superávit de 2,3 millones de toneladas, aunque los niveles de reservas siguen siendo bajos. La ratio de existencias sobre consumo se mantiene ajustada, especialmente en los cereales secundarios como el maíz, donde cae al 10 %, lo que evidencia la vulnerabilidad estructural del sistema ante cualquier alteración externa.
En Europa, para la campaña 2025 se espera un fuerte incremento de las producciones de trigo, especialmente en Francia y Alemania, aunque preocupa la sequía meteorológica que se está prolongando precisamente en el norte de Europa.
En España, las previsiones indican una buena cosecha, con una producción de cebada superior a la media quinquenal, un repunte en trigo duro y una recuperación parcial en trigo blando, que podría ser mayor por las lluvias recientes.
A nivel comercial, se espera un repunte en el comercio internacional de cereales, con mayores exportaciones desde la UE, Argentina y Australia. Por el lado de la demanda, destacan aumentos de importantes de compras de China, norte de Africa, Oriente Próximo y el sur de Asia.
En el mercado de la soja, la producción global se mantendrá en niveles elevados gracias a Sudamérica, aunque EEUU pierde protagonismo. China incrementa importaciones, y los stocks globales crecen levemente. La competencia entre aceites vegetales también presiona a este mercado.
Mercado internacional
En un giro que ha traído cierto alivio a los operadores internacionales, los mercados de materias primas han entrado en una fase de calma relativa. Tras meses marcados por la incertidumbre y la volatilidad, productos clave como el maíz, el trigo, la soja, el petróleo y los fertilizantes muestran signos de estabilización, tras semanas de fuertes caídas.
Este cambio llega en un contexto aún tenso, condicionado por las fricciones comerciales entre Estados Unidos y el resto del mundo, especialmente con China. La última ronda de aranceles impuesta por Washington generó inquietud global, debilitó al dólar y golpeó con fuerza a sectores como la agricultura y la energía. El temor a represalias por parte de los socios comerciales —en particular Pekín— provocó un retroceso en los precios del maíz y la soja en EEUU, ante la posibilidad de una menor demanda externa.
Aunque la tensión se ha suavizado ligeramente en las últimas semanas, la incertidumbre sobre su impacto en el crecimiento económico sigue afectando al comportamiento del mercado.
En el frente energético, el crudo Brent ha perdido impulso tras los picos registrados en febrero. De cotizar por encima de los 84 €/barril, ha descendido hasta los 57 €/barril actuales. Esta caída también ha repercutido en los fertilizantes: la urea, por ejemplo, ha pasado de 166 €/t a 146 €/t, abaratando los costes de producción agrícola.
Otro factor clave ha sido la apreciación del euro frente al dólar, que ha contribuido a abaratar las importaciones y a reforzar la tendencia bajista en los mercados europeos.
Además, las previsiones meteorológicas favorables en el hemisferio norte han acentuado la corrección. Tras semanas de relativa estabilidad a principios de año, los mercados agrícolas reaccionaron a la confirmación de buenas perspectivas para la nueva campaña. En París, el maíz ha bajado de más de 215 €/t en enero a 192,5 €/t en la primera semana de mayo. El trigo, por su parte, ha pasado de 233 €/t a 199 €/t en ese mismo periodo.
La soja, aunque más estable, también ha sufrido un ajuste: su cotización ha retrocedido desde los 420 €/t a comienzos de año hasta los 343 €/t, presionada por el fortalecimiento del euro y la caída de los precios de los insumos.
La campaña agrícola 2025/2026 comienza marcada por condiciones climáticas muy dispares entre regiones. En el sur de Europa, las lluvias primaverales han mejorado sensiblemente el estado de los cultivos, mientras que en el centro y norte, aunque las perspectivas son muy buenas, se sigue con preocupación la sequía que se estña prolongando. Turquía y Ucrania también sufren un notable estrés hídrico, al igual que algunas zonas de Estados Unidos, si bien las lluvias recientes en las Grandes Llanuras han traído cierto alivio. Por su parte, Sudamérica y buena parte de Asia muestran una evolución positiva en cultivos clave como maíz, arroz y soja, aunque con riesgos localizados derivados de eventos climáticos extremos.
Este contexto agroclimático, aún en evolución, podría introducir ajustes en las estimaciones actuales del Departamento de Agricultura de los EEUU, que por ahora proyecta una sólida recuperación de la producción mundial de trigo para 2025.
Según el informe de mayo del USDA, la producción global para 2025 se estima en 808,5 millones de toneladas, lo que supone un incremento de 8,8 millones respecto a 2024, es decir, un 1,1 % más. En comparación con el promedio de los cinco años anteriores (2020–2024), que se sitúa en torno a los 787 millones de toneladas, el aumento es del 2,7 %, una señal positiva para el equilibrio de los mercados internacionales.
Uno de los principales impulsores de esta mejora sería la Unión Europea, cuya cosecha repuntaría con fuerza tras el descenso de la campaña anterior. Con 136 millones de toneladas previstas para 2025, el bloque comunitario incrementaría su producción en casi 14 millones respecto a 2024, lo que representa una subida del 11,3 %. Este volumen también supera en más de 7 millones la media quinquenal de la UE, devolviendo al bloque a su papel tradicional como uno de los grandes exportadores del mercado.
Aunque todavía es pronto para hacer una estimación fiable para el maíz, también aumentaría la producción europea de cebada, hasta un 5 %, hasta los 53 millones de t. lo que representa la mejor cosecha de los últimos 5 años. Este aumento de la producción coincide con las propias estimaciones de los estados miembros de la UE, como se puede observar en el siguiente gráfico.
Por otro lado, China mantendrá su tendencia ascendente con una estimación de 142 millones de toneladas, frente a los 140,1 millones de 2024. Este incremento del 1,4 % mantendría su posición como principal productor mundial, en una trayectoria estable y con pocos sobresaltos a lo largo de la última década. También se espera una sólida campaña en Sudamérica, que pasará de 30,9 a 32,3 millones de toneladas, un alza del 4,4 %, destacando especialmente el papel de Argentina como motor regional.
La región del norte de África, tradicionalmente importadora neta, vería crecer su producción un 6,9 %, hasta alcanzar los 17,15 millones de toneladas. Esta mejora tiene un peso relevante en términos de seguridad alimentaria regional. Por su parte, el Reino Unido protagoniza una de las subidas relativas más importantes, al pasar de 10,95 a 13 millones de toneladas, un incremento del 18,7 %, tras una cosecha anterior afectada por condiciones climáticas adversas.
Europa del Este aportaría 114,2 millones de toneladas de trigo en 2025, un ligero aumento del 0,8 % respecto al año anterior. Aunque la mejora es modesta, la región sigue siendo clave en el comercio internacional. La producción aún se mantiene por debajo de los picos de 2022 y 2023, pero su contribución será esencial para equilibrar la oferta global en un contexto de incertidumbre geopolítica
Sin embargo, el informe también deja ver algunas señales de debilidad. Asia Central sufriría una de las caídas más significativas, con una producción estimada de 30,5 millones de toneladas frente a los 35,2 millones de 2024, una reducción del 13,2 %. Oceanía sigue mostrando una fuerte volatilidad: tras el repunte de 2024, se prevé una bajada del 9,1 %, hasta los 31,4 millones de toneladas. También Oriente Próximo experimentaría un descenso, pasando de 29,6 a 27,1 millones de toneladas, lo que representa una caída del 8,4 %.
América del Norte registraría una leve corrección a la baja, con una producción prevista de 89,9 millones de toneladas, frente a los 91,3 millones del año anterior, lo que supone un retroceso del 1,4 %. Aunque el descenso es moderado, no afectaría a todas al regiones y por ejemplo Canadá podría llegar a aumentar su producción.
A pesar de estas predicciones optimistas, existen motivos de preocupación por el posible impacto del clima en algunas regiones, tal como recoge por ejemplo el informe MARS del JRC, que sigue con preocupación las sequías severas en el norte y este de Europa, las lluvias excesivas en Italia y las condiciones invernales secas en el Magreb y Ucrania están afectando negativamente el desarrollo y rendimiento de los cultivos.
El USDA anticipa también una sólida campaña mundial de maíz para 2025, con una producción estimada de 1.264 millones de toneladas, lo que representa un crecimiento del 3,6 % respecto a 2024. En términos absolutos, se trata de 42 millones de toneladas adicionales en comparación con el año anterior. Frente al promedio de los últimos cinco años (2020–2024), que ronda los 1.197 millones de toneladas, el incremento es del 5,6 %, señalando una clara recuperación y expansión de la oferta global.
El principal motor de este crecimiento vuelve a ser América del Norte, cuya producción repuntará con fuerza hasta alcanzar los 441 millones de toneladas, un aumento del 6 % respecto a 2024 y el volumen más alto desde 2021. Este repunte compensa parcialmente las caídas sufridas en campañas recientes y vuelve a consolidar a la región como el mayor proveedor mundial del cereal. En la misma línea, América del Sur, especialmente impulsada por Brasil y Argentina, que incrementarían su producción en 1 y 3 millones de toneladas respectivamente, marca un nuevo récord con 198,6 millones, lo que supone una subida del 2 % respecto a 2024 y más de 45 millones de toneladas por encima de su media quinquenal.
China, por su parte, estabiliza su producción en 295 millones de toneladas, prácticamente sin cambios frente a 2024. Aunque el crecimiento se ha ralentizado, su volumen absoluto la mantiene como el segundo productor global. Mientras tanto, el Sur de Asia —con India como protagonista— incrementa su producción un 3,4 %, alcanzando un nuevo récord de 61,4 millones de toneladas. También destaca el Oriente Próximo, donde la producción crece un notable 9,8 % tras el bajón de 2024, lo que sugiere una recuperación tras condiciones adversas.
Por otro lado, el bloque de la Unión Europea experimenta un repunte muy moderado, con 60 millones de toneladas previstas para 2025, apenas un 1,2 % más que el año anterior. Aun así, se mantiene claramente por debajo de los niveles de 2021, cuando la producción superó los 71 millones. Europa del Este también mejora, con una previsión de 56,3 millones de toneladas, un incremento del 12,5 % respecto a 2024, aunque sin recuperar los niveles más altos de las campañas de 2018 o 2019.
En África, los resultados son mixtos. África Subsahariana aumentará su producción a 89,5 millones de toneladas, lo que supone una recuperación del 5 %, mientras que el Norte de África se mantendrá relativamente estable con un ligero aumento del 3,5 %. Por el contrario, regiones como Asia Central, Oceanía y el Sudeste Asiático presentan un crecimiento prácticamente plano, sin grandes variaciones respecto al año anterior.
La recuperación de la producción en la campaña 2025 permitirá que, por primera vez desde 2020, la oferta supere a la demanda: 2.358 millones de toneladas producidas frente a 2.355 millones consumidas, lo que deja un leve superávit de 2,3 millones de toneladas. Aunque el margen es estrecho, supone un giro relevante tras varios años de tensión en los que el consumo creció de forma sostenida, superando a la producción en algunos ejercicios y erosionando los niveles de inventarios.
Este leve respiro llega tras dos campañas en las que el consumo global superó la producción. A lo largo de la última década, el consumo mundial ha crecido de manera sostenida —más de 260 millones de toneladas desde 2016—, impulsado por la expansión demográfica, el uso industrial y los mercados emergentes. La producción, aunque también en aumento, lo ha hecho a un ritmo algo más contenido, lo que explica los momentos de tensión en los balances mundiales y la volatilidad en los precios observada en los últimos años.
Este cambio de tendencia en 2025 no es ajeno a la recuperación ya comentada en los principales cultivos, como el maíz y el trigo. Sin embargo, el estrecho margen entre oferta y demanda subraya que el equilibrio global sigue siendo vulnerable. Una alteración climática significativa, interrupciones comerciales o una demanda más dinámica de lo previsto podrían volver a presionar el sistema.
De hecho, la evolución de las ratios de reservas sobre consumo, sin incluir a China —cuyos volúmenes de acopio distorsionan significativamente el panorama global—, revela un aspecto clave del equilibrio de los mercados: la fragilidad estructural de los inventarios disponibles en manos del resto del mundo.
Pese al leve superávit entre oferta y demanda previsto para esta campaña, la ratio de reservas totales se mantendrá en el 14 %, el mismo nivel que en 2021 y ligeramente por debajo del promedio de la última década. Este dato sugiere que, aunque la producción se recupera, no se está traduciendo todavía en una recomposición sólida de los stocks, lo que deja poco margen de maniobra ante eventuales crisis.
En el caso del trigo, la ratio de reservas mejorará ligeramente hasta el 22 %, tras tres años estabilizado en el 21 %, pero sigue lejos del 26 % registrado en 2017. Este aumento leve refleja el impacto de la recuperación en regiones clave como la Unión Europea, el norte de África y el sur de Asia. Aun así, el colchón de seguridad sigue siendo limitado, especialmente para países importadores dependientes de suministros externos.
Más preocupante es la evolución de los cereales secundarios (principalmente maíz y cebada), donde la ratio de reservas caerá al 10 %, su nivel más bajo desde al menos 2016, igualando la cifra registrada en 2021. Pese al fuerte incremento en la producción de maíz comentado previamente, el dinamismo de la demanda —particularmente para alimentación animal y biocombustibles— está absorbiendo gran parte de la oferta, sin permitir una acumulación significativa de inventarios.
La recuperación de la producción global también permitiría una recuperación del comercio
Las previsiones del USDA para la campaña 2025 apuntan a un repunte del comercio mundial de trigo, con unas importaciones globales que alcanzarán los 209,6 millones de toneladas, lo que supone un aumento del 5 % respecto al año anterior. Este crecimiento se produce en un contexto marcado por mayores cosechas globales, pero también por un reordenamiento de los flujos comerciales, donde algunos países reforzarán su dependencia del trigo exterior mientras otros recortan sus compras gracias a mejores campañas locales.
Entre los diez principales importadores del mundo, el incremento es generalizado. Egipto, el mayor comprador global, elevará sus importaciones en 500.000 toneladas, hasta los 13 millones, seguido por Indonesia, que hará lo propio con un volumen similar. También destacan los aumentos en Bangladesh y México, que sumarán medio millón y 800.000 toneladas respectivamente, en línea con una demanda interna creciente y una menor producción doméstica.
Sin embargo, el caso más llamativo es el de Turquía, que una vez levantadas las restricciones, duplicará sus importaciones, pasando de 3,5 a 7,5 millones de toneladas, lo que representa el mayor salto en términos absolutos a escala global: 4 millones de toneladas más en un solo año. Este aumento supondría un refuerzo para su industria harinera orientada al consumo interno y a la exportación a países vecinos.
También China incrementaría de forma destacada su presencia en el mercado internacional, con un alza de 2,7 millones de toneladas, un aumento del 82 % respecto a 2024. Aunque esta cifra representaría únicamente la mitad de lo que llegó a importar en 2022 y 2023, indicaría una cierta recuperación de su demanda interna, pues se produciría en un contexto de crecimiento de la producción.
Otros incrementos notables se registrarían en Pakistán (+1,9 millones) e Irán (+1,5 millones), reflejo de tensiones internas en la producción y una mayor dependencia del grano exterior. En contraste, algunos países tradicionalmente compradores reducirán sus compras. La Unión Europea recortará sus importaciones en 1,2 millones de toneladas, en línea con la recuperación de su producción interna en el sur de Europa.
También espera que el comercio mundial de maíz muestre un crecimiento moderado para la campaña 2025, en línea con la mejora en la producción global del cereal. Se prevé que las importaciones globales alcancen los 187,6 millones de toneladas, lo que representa un aumento de 2 % respecto a 2024, con 4,1 millones de toneladas adicionales en términos absolutos. Este incremento, aunque modesto, confirma la solidez de la demanda internacional y refleja la disponibilidad mejorada tras la recuperación productiva en América del Norte y del Sur.
Entre los principales importadores, destacan aumentos significativos en países como China, que ampliará sus compras de 8 a 10 millones de toneladas (+25 %), lo que representa el mayor incremento absoluto del año con 2 millones de toneladas adicionales. También se observan subidas notables en India, que duplicará prácticamente sus importaciones hasta las 850 mil toneladas (+70 %), y en países de consumo sostenido como Vietnam, Egipto, Irán y Bangladesh, todos con incrementos entre el 4 % y el 15 %.
En el otro extremo, se registran fuertes caídas en mercados tradicionalmente activos del África Subsahariana como Sudáfrica, que reduce sus importaciones en un 76 %, pasando de 850 mil a apenas 200 mil toneladas, y Zimbabue, que reduce sus compras en un 70 %. También destacan los descensos en Zambia, Angola, Kenya, vinculadas a mejores cosechas domésticas o a restricciones económicas y logísticas.
El comportamiento de grandes compradores tradicionales como México, Japón, Corea del Sur y la Unión Europea se mantiene relativamente estable, sin grandes cambios, lo que contribuye a la continuidad del flujo global.
Respecto a los cambios que proyecta el USDA en las ventas de los países exportadores, en el caso del trigo, Rusia continuaría como el principal proveedor mundial, con envíos estimados en 45 millones de toneladas para 2025, lo que representaría un incremento de 1,5 millones respecto al año anterior. No obstante, el mayor crecimiento lo protagonizaría la Unión Europea, que aumentaría sus exportaciones desde 26,5 hasta 34 millones de toneladas, es decir, un salto de 7,5 millones, consolidándose como uno de los actores más dinámicos del mercado global.
Australia también exhibiría un desempeño favorable, con un crecimiento proyectado de 2,5 millones de toneladas, mientras que Argentina aumentaría sus exportaciones en 3 millones, mostrando una recuperación significativa. En el otro extremo, Kazajistán sufriría la mayor contracción, con una baja estimada de 2 millones de toneladas. Por su parte, Estados Unidos reduciría sus ventas en 500 mil toneladas, y Uruguay en 300 mil, mientras que Canadá mantendría sus niveles sin cambios, en torno a los 27 millones de toneladas.
En cuanto al maíz, Estados Unidos mantendría su liderazgo con exportaciones proyectadas en 68 millones de toneladas, un incremento de 2 millones frente a 2024. Ucrania igualaría ese aumento absoluto, al pasar de 22 a 24 millones de toneladas, lo que la posicionaría como el país con mayor crecimiento relativo entre los principales exportadores.
Brasil y Argentina también registrarían avances, aunque más moderados: 1 millón y 500 mil toneladas respectivamente. A diferencia del trigo, el mercado del maíz no presentaría caídas entre los principales países exportadores, lo que sugeriría una expansión más uniforme de la oferta a escala global.
Cabe recordar que en 2024, las exportaciones brasileñas de maíz descendieron de 56 a 40 millones de toneladas, lo que supone una caída del 30 % respecto al año anterior. Además, el mapa de destinos cambió de forma significativa. El norte de África se consolidó como el principal comprador, duplicando su cuota del 9 % al 25 %. Le siguieron el sur de Asia (14 %) y el sudeste asiático (16 %), que mantuvieron su protagonismo pese a la reducción del volumen total.
En el lado opuesto, China protagonizó un desplome notable para el mercado brasileño, al pasar del 30 % al 6 % de participación por la caída de la demanda interna. América del Norte prácticamente desapareció como destino (-92 %) y la Unión Europea continuó su retroceso, bajando hasta el 4 %, tras haber alcanzado el20% en 2020. Mientras tanto, regiones emergentes como África subsahariana ganaron peso relativo, aunque siguen representando una porción menor del total exportado.
Estos cambios se deben a diversos factores como puede ser la recuperación de la cosecha en países como España, o de otros exportadores como EEUU y Argentina y el crecimiento de la demanda interna con un sector ganadero pujante.
Precios internacionales
La confirmación de unas perspectivas de producción notablemente favorables, tanto en la Unión Europea como a escala global, ha comenzado a trasladarse con claridad a los mercados de cereales, que hasta mediados de abril venían mostrando una cierta estabilidad en las cotizaciones. A este factor se suma el fortalecimiento del euro frente al dólar, así como el temor creciente a represalias comerciales derivadas del giro proteccionista de la administración Trump, que ha debilitado la posición del cereal estadounidense en los mercados internacionales.
Durante las primeras semanas de 2025, los precios en euros del trigo, el maíz y la cebada se habían mantenido relativamente firmes, en parte por la inercia del mercado y en parte por la falta de datos definitivos sobre el avance de la campaña. Sin embargo, a medida que fueron publicándose los primeros informes oficiales a finales de abril —tanto por parte del USDA como de la Comisión Europea —, el mercado ha comenzado a reflejar la abundancia prevista en la nueva cosecha.
El trigo blando en el puerto de Rouen, por ejemplo, ha bajado desde los 237 €/t registrados en febrero hasta los 206 €/t a comienzos de mayo, una corrección que también se observa en el trigo ucraniano, que ha igualado ese mismo nivel tras partir desde los 224 €/t. El trigo duro canadiense, por su parte, ha caído de los 307 €/t hasta los 277 €/t. Estos descensos responden principalmente a la mejora de las previsiones de oferta en el hemisferio norte, con un aumento de rendimientos en los cultivos de invierno europeos y una campaña robusta prevista en Rusia y Canadá.
En cuanto al maíz, los precios han mostrado un patrón similar. El maíz del Golfo estadounidense ha retrocedido desde los 215–218 €/t de finales de enero hasta los 183 €/t actuales, reflejando tanto las buenas perspectivas de la cosecha estadounidense —estimada por el USDA en niveles récord— como el impacto del tipo de cambio y la preocupación por la competitividad del grano estadounidense en un contexto de tensiones arancelarias. Al mismo tiempo, los precios del maíz del Mar Negro se han mantenido algo más estables, en torno a los 218 €/t, sostenidos por una demanda firme desde Europa y Asia.
En conjunto, los mercados de cereales parecen haber entrado en una fase de corrección tras meses de estabilidad, marcada ahora por la abundancia esperada de la nueva campaña, el cambio en el entorno macroeconómico y la incertidumbre en torno al comercio internacional. Si las condiciones meteorológicas continúan acompañando, es probable que esta presión bajista se mantenga en las próximas semanas, especialmente cuando empiecen a llegar al mercado los volúmenes exportables de Brasil a partir del verano.
Mercado mundial de la soja
Según el informe del USDA, a fin de mayo de 2025, la campaña mundial de soja 2025/26 presentaría un crecimiento moderado en la producción, el comercio y la transformación industrial. La producción global alcanzaría los 426,8 millones de toneladas, con un nuevo récord en Brasil de 175 millones, mientras que Argentina reduciría su cosecha a 48,5 millones debido al traslado de superficie hacia el maíz.
Las exportaciones mundiales aumentarían un 4 %, impulsadas principalmente por los países sudamericanos, aunque Estados Unidos perdería cuota de mercado. China incrementaría sus importaciones hasta los 112 millones de toneladas, reforzando su papel como principal comprador mundial.
A nivel industrial, el procesado de soja crecería un 3 % con una mayor demanda de harina para alimentación animal, especialmente en países como China, Estados Unidos y Brasil. Al mismo tiempo, el aumento en la oferta de otros aceites vegetales, como el de palma, girasol y colza, intensificaría la competencia en los mercados internacionales de aceites.
Por último, los stocks finales mundiales de soja aumentarían ligeramente hasta los 124,3 millones de toneladas, gracias a mayores existencias en Brasil y Argentina, que compensarían la disminución prevista en Estados Unidos.
Mercado europeo y nacional
Según las estimaciones publicadas el 24 de abril de 2025 por la Comisión Europea, la campaña cerealista en la Unión Europea mostraría una recuperación parcial respecto a 2024, aunque esta previsión debe ser considerada con cautela, ya que podría verse condicionada por las desfavorables condiciones meteorológicas que están afectando en estas semanas al norte y al este del continente.
A nivel europeo, se esperaría un ligero aumento en la superficie total sembrada de cereales en comparación con la campaña anterior, especialmente en trigo blando y cebada, impulsado por una recuperación de los precios y bajada de los insumos.
En cuanto a la producción, los datos preliminares indicarían un aumento generalizado para la mayoría de los cereales, apoyado tanto en una mejora de las superficies como en una recuperación de los rendimientos medios.
Francia, Alemania y Polonia se situarían nuevamente entre los principales motores del crecimiento de la producción de trigo blando, con proyecciones que apuntan a rendimientos superiores a las siete toneladas por hectárea. En estos países, una campaña sin sobresaltos meteorológicos podría permitir superar las cifras de 2024, aunque no necesariamente alcanzar los máximos de 2020 o 2021. En el caso de la cebada, se anticipan buenos resultados en regiones como Austria, Dinamarca o República Checa, donde se esperan incremenot de los rendimientos.
En los países mediterráneos, como España, Italia y Grecia, el trigo duro mostraría una expansión tanto en superficie como en productividad. Estos resultados, sin embargo, dependerían del comportamiento del clima en las fases finales del ciclo, especialmente la floración y el llenado del grano. De igual forma, el cultivo de avena podría estabilizarse tras varios años de descenso, aunque sigue condicionado por su limitada rentabilidad en zonas de baja productividad.
Situación en España
En el caso de España, los datos publicados el 24 de abril por la Comisión Europea apuntarían a una campaña cerealista en 2025 de signo ligeramente positivo, con indicios de recuperación respecto a 2024. Las estimaciones preliminares indicarían una cierta estabilidad en las superficies sembradas y una mejora general de los rendimientos, aunque con resultados todavía dispares si se comparan con la media del periodo 2020–2024.
La superficie total dedicada a cereales se habría mantenido prácticamente estable en comparación con el año anterior. En cebada, el cereal más cultivado en España, la superficie alcanzaría los 2,31 millones de hectáreas, cifra similar a la de 2024, pero ligeramente inferior a la media de los cinco años anteriores, que rondaba los 2,4 millones.
El trigo blando mantendría una superficie de aproximadamente 1,77 millones de hectáreas, también por debajo de su media quinquenal, estimada en torno a 1,85 millones.
El trigo duro, por el contrario, habría incrementado levemente su superficie, hasta las 243 mil hectáreas, acercándose así a la media del periodo 2020–2024. Por el lado opuesto, cultivos como la avena y el centeno habrían reducido su extensión, debido en parte a su menor rentabilidad y a la mayor competencia por superficie.
En lo que respecta a la producción, la cebada alcanzaría los 7,73 millones de toneladas, lo que representaría un aumento del 4,6 por ciento respecto a 2024 y un 3 por ciento por encima de la media del quinquenio. Este resultado vendría impulsado principalmente por una mejora en el rendimiento, que podría situarse en 3,34 toneladas por hectárea, frente a las 3,26 del año anterior. A pesar de la estabilidad en la superficie sembrada, este avance productivo reflejaría un mejor arranque de campaña y una respuesta favorable del cultivo en zonas clave del interior peninsular.
El trigo blando mostraría una producción estimada de 6,77 millones de toneladas, con un rendimiento de 3,82 toneladas por hectárea. Aunque esta cifra supondría un avance del 5,1 por ciento respecto al año pasado, seguiría siendo un 3,7 por ciento inferior al promedio 2020–2024. Esta situación evidenciaría una recuperación parcial, pero aún insuficiente para restablecer los niveles productivos de 2020 y 2021. De todos modos, las lluvias registradas en abril y mayo, podrían favorecer el desarrollo final del cultivo, especialmente en las zonas cerealistas de Castilla y León, Aragón y Castilla-La Mancha.
En el caso del trigo duro, el comportamiento sería netamente positivo. La producción alcanzaría las 742 mil toneladas, un 7,4 por ciento más que en 2024 y un 11,3 por ciento por encima de la media del quinquenio anterior. Este crecimiento se apoyaría tanto en una ligera ampliación de superficie como en una mejora del rendimiento, que superaría las 3 toneladas por hectárea. Las condiciones más estables en las regiones del sur peninsular, donde este cultivo tiene mayor presencia, explicarían esta buena evolución.
Las importaciones de cereales han caído con fuerza en la campaña 2024/25, reflejando el impacto directo de la buena cosecha nacional registrada el año pasado y las menores necesidades para la alimentación de la ganaderías extensiva. Como resultado, en febrero las existencias superaban los 10 millones de toneladas, según datos recogidos por el Ministerio de Agricultura recopilados entre distintos operadores. La cifra representa un aumento del 22,5 % respecto al mismo mes del año anterior.
Según los últimos datos, el volumen total importado se sitúa en algo más de 12 millones de toneladas, lo que supone un 28 % menos que en la campaña anterior y un 7 % por debajo de la media de los últimos cinco años.
Las mayores caídas se concentran en la cebada y la avena, con desplomes del 64 % y 53 %, respectivamente. El trigo duro también acusa una importante contracción, con un descenso del 49 % respecto al ciclo anterior y casi un 50 % menos en comparación con la media quinquenal. Estos recortes responden al aumento de la producción nacional y, posiblemente, a un menor dinamismo en la demanda.
El trigo blando también retrocede, aunque con matices: sus importaciones bajan un 32 % interanual, pero se mantienen un 7 % por encima de su media de cinco campañas, lo que apunta a una demanda estructuralmente sólida. En el caso del centeno, la caída es del 19 %, aunque destaca la reducción del 29 % frente a su promedio reciente, una señal de que su peso en el mercado podría estar perdiendo protagonismo.
El maíz, por el contrario, muestra una notable estabilidad. Con una caída contenida del 9 %, tanto respecto al año pasado como en relación con la media histórica, sigue siendo un pilar clave en la balanza importadora por su importancia en la alimentación animal y la industria.
En la campaña 2024/25, las importaciones españolas de maíz reflejan una fuerte reconfiguración de orígenes. Brasil, tradicional primer proveedor, cae drásticamente hasta menos de un millón de toneladas, en línea con el descenso del 30 % en sus exportaciones globales y el cambio de destinos, donde el norte de África gana peso frente a la UE y China. En contraste, EEUU irrumpe como segundo proveedor con casi 1,9 millones de toneladas, beneficiado por una buena cosecha y una mayor competitividad.
Ucrania se mantiene como principal origen pese al contexto bélico, con más de 2,2 millones de toneladas. Francia sigue siendo un proveedor estable, mientras que Rumanía pierde protagonismo debido a su limitada producción tras tres campañas bajas, en las que solo 2025 ha conseguido recuperar los 10 millones de t.