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Fernando Miranda SotillosConsejero de Agricultura, Pesca y Alimentación en la Misión Permanente de España ante la ONU y los Organismos Internacionales
15 min

Agricultura y seguridad alimentaria en el Norte de África

01 July 2025
Economía Agroalimentaria
Comercio Exterior
Imagen Satelital del Mediterráneo

01 July 2025

Tan cerca y a la vez tan lejos. Así es como percibo a veces a los países del Norte de África. Los he tenido presente muchas veces, cuando llegaban las quejas por la exportación de tomates y hortalizas de Marruecos, aceite de oliva de Túnez o naranjas de Egipto. Y también, todo hay que decirlo, cuando acordábamos con ellos exportar animales vivos o cuando nos preocupaba el suministro de gas argelino para producir fertilizantes nitrogenados. 

En todo caso, nunca había ocasión para mirar un poco más en profundidad y entender una agricultura con la que compartimos la vecindad del Mediterráneo, pero cuyas complejidades, por los menos a mí, se me pasaban por alto.

Para nosotros los europeos, los países ribereños del Mediterráneo del Norte de África tienen un interés especial. Me refiero a Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Egipto. Por una parte, son nuestros vecinos más cercanos del continente africano y por ello deberíamos estar interesados en su estabilidad política. No cabe duda de que es mucho mejor tener vecinos prósperos que estados fallidos. Por otra parte, son países que están transformando sus sistemas agroalimentarios para superar el binomio turismo-energía, mejorar en lo posible sus niveles de autosuficiencia alimentaria y obtener divisas con la exportación para financiar, a su vez, las importaciones de alimentos.

Un escenario de dificultades crecientes

Estos cinco países se enfrentan en este momento a un escenario de dificultades crecientes en términos de seguridad alimentaria, que tiene múltiples orígenes, que van, desde el crecimiento demográfico de la región, las consecuencias del cambio climático, con sequías cada vez más prolongadas, la sobreexplotación de los recursos hídricos y, también, las tensiones geopolíticas derivadas, primero, de la guerra en Ucrania, pero después de la inestabilidad en Siria, el conflicto de Gaza, las tensiones en el estrecho de Ormuz y el canal de Suez y, por si esto fuera poco, por inestabilidad política en su flanco sur, el Sahel.

La superficie de estos cinco países, 5,6 millones de km2, supera con creces a la de la Unión Europea, que cuenta con 4,3 millones de km2. Sin embargo, la superficie cultivable son solo 27 millones de hectáreas, aproximadamente la SAU de Francia (28,7 millones de hectáreas); es decir, apenas el 5 % de la superficie total del Norte de África. En la UE, la superficie cultivable es el 38 % del total y no solo es cuestión de tamaño; las condiciones edáfico-climáticas son, en comparación, privilegiadas.

Vista desde el satélite (la imagen es de Geoglam Crop Monitor Dashboard, de junio de 2025), la agricultura del Norte de África es una estrecha franja de tierra que se extiende desde las vertientes este y norte de la cordillera del Atlas, siguiendo las zonas más próximas a la costa del mar Mediterráneo hasta Egipto, incluyendo el delta y el cauce del Nilo. El resto es desierto.

 

Geoglam Crop Monitor Dashboard

Dependencia alimentaria

El Norte de África cuenta por tanto con 27 millones de hectáreas para alimentar a 220 millones de personas, 0,12 hectáreas por habitante, la mitad que la UE. Con estas sencillas cifras nos podemos hacer una idea de una de por qué dependen tanto de las importaciones. Veámoslo con el caso del trigo.

En los cinco países, el trigo representa más de una tercera parte de su alimentación básica, en términos de aportación de calorías en la alimentación: entre el 33 % (Libia) y el 44 % (Túnez) de las calorías consumidas proceden del trigo, con un consumo per cápita entre 106 (Egipto) y 173 kg (Argelia) por habitante y año (90 kg en el UE).

Un detalle no menor de esta dependencia es la larga sombra de Rusia. Primer exportador mundial de trigo, Rusia es la clara vencedora, por el momento, de la actual situación geopolítica en lo que se refiere a los mercados de exportación en el Norte de África. La invasión de Ucrania, en donde Rusia controla el 20 % del país, así como las condiciones de sequía y de precio en Francia, han permitido a Rusia liderar las exportaciones a todos los países del Norte de África, particularmente de trigo, un mercado hasta no hace mucho dominado por Francia y por Ucrania.

Con esto ya nos podemos dar una idea de la importancia que representan el trigo, pero que también se extiende al resto de cereales básicos.

Así, los cinco países son netamente dependientes de las importaciones de cereales. Con una producción de 33 millones de toneladas (2024), las importaciones alcanzan 53,7 millones de toneladas (2024/25). Egipto es el gran productor de la región, pero, pese a producir 24 millones de toneladas (2024), debe importar otras 22 para cuadrar sus balances. Los grados de dependencia de las importaciones van desde el 43 de Egipto % hasta el caso de Libia, cuya dependencia es prácticamente total, pues apenas produce 160.000 toneladas, debiendo importar del orden de 3,2 millones de toneladas anuales de cereales.

No es de extrañar, precisamente por ello, que la importación de cereales en algunos países esté controlada, total o parcialmente, por el Estado.

Así, en el caso de Egipto, el mayor importador mundial de trigo, la General Authority for Supply Commodities (GASC), que controlaba en exclusiva la importación de alimentos desde 1968, fue sustituida a finales de 2024 por una agencia del ejército egipcio con el sugerente nombre Future of Egypt for Sustainable Development, más conocida como Mustakbal Misr

En Argelia, la Algerian Office of Cereals (OAIC) se encarga de la importación cereales y proteaginosas; y en Túnez es la Office des Céréals la agencia que tiene una finalidad semejante.

Igualmente, la dependencia de las importaciones hace que estos países, de una u otra forma, subvencionen el precio del trigo, de la harina, o del pan o productos derivados, para amortiguar en lo posible al consumidor final los efectos de la volatilidad de los mercados internacionales y a las disrupciones de las cadenas de suministros.

Así, por ejemplo, en Egipto, el Gobierno subvenciona el 84 % del coste del pan que se vende al consumo, sistema que se apoya a su vez en un régimen de compras de trigo por el Estado, que alcanza aproximadamente 4 millones de toneladas anuales, a un precio administrado, sensiblemente por encima del precio mundial, con el que, además, se pretende incentivar el cultivo, que apenas puede crecer horizontalmente sino por la vía del incremento de los rendimientos.

Estos programas destinados a garantizar la seguridad alimentaria y subvencionar la alimentación a sus poblaciones están amparados por la Organización Mundial de Comercio (OMC), que cataloga a estos países (Egipto, Marruecos y Túnez, puesto que Argelia y Libia no son miembros de la OMC) como Países en Desarrollo Importadores Netos de Productos Alimenticios (PDINPA).

Veamos ahora brevemente cómo enfocan la transformación del sector agrario los países del Norte de África.

Egipto y el nuevo delta

Comencemos de nuevo por Egipto, el país más poblado de los cinco, con 116 millones de habitantes, 1 millón de km2 de superficie, de la que apenas el 4 % es cultivable, unas 3,3-3,5 millones de hectáreas, distribuidas a lo largo de las tierras fértiles del cauce y en el delta del Nilo, más del 90 % en regadío, con una precipitación anual media de 18 mm; es decir, con un clima desértico.

La seguridad alimentaria, más concretamente, el abastecimiento es un problema de primer orden político en el país del Nilo. Por ello, al menos desde 2014, el Gobierno de Egipto ha desplegado varios planes para mejorar su nivel de abastecimiento de commodities de primera necesidad y, de ellos, vamos a comentar brevemente el más reciente, el “Proyecto Nuevo Delta”

Este proyecto, que se enmarca en otro más amplio, denominado “Futuro de Egipto”, que tiene como objetivo poner en producción casi 1 millón de hectáreas (924.000 ha) ocupadas por el desierto al oeste del delta del Nilo, con un presupuesto que, según las fuentes, oscila entre 5.000 y 25.000 millones de dólares.

 

Un nuevo Delta del Nilo en el desierto

 

Con esta gran transformación, que ya es perfectamente apreciable en las imágenes de satélite (el diario británico The Guardian, haciéndose eco de la noticia, señala la existencia de pivotes que riegan áreas de 1 km de diámetro), Egipto buscaría no solo incrementar su nivel de producción de trigo, sino también, como decíamos, de productos exportables para obtener divisas.

Siendo Egipto uno de los países con mayor estrés o déficit hídrico del mundo, la pregunta lógica es de dónde sale el agua para regar tanta superficie y, además, en el desierto.

El proyecto incluye una planta de agua regenerada con capacidad de 7 millones de m3 al día, la más grande del mundo según los medios, así como la extracción de agua del acuífero nubio. 

En todo caso, las dudas sobre la sostenibilidad del proyecto son muy numerosas, empezando por el tipo de suelo desértico sobre el que se asienta, apenas sin nutrientes, que hará que los cultivos demanden importantes aportes de fertilización que acabará contribuyendo a la contaminación del acuífero.

Como curiosidad, coincide que la agencia encargada del desarrollo del proyecto es la misma que se encarga de las importaciones de grano: Mustakbal Misr, controlada por el Ejército. Imposible lograr un mayor nivel de control estatal.

Del Marruecos Verde a la Generación Verde

Marruecos es con toda probabilidad el país del Norte de África con mayores posibilidades para la agricultura, con la excepción del Nilo. Con una superficie de 446.000 km2, la superficie agrícola, 8,7 millones de ha, representa el 19 % de la superficie total del país (en España es el 35 % excluyendo los pastos), con 1,6 millones de hectáreas de regadío, contando con una precipitación media anual de 346 mm, muy variable; la sequía actual ha llevado al país a ver reducida su producción de cereales un 42,3 % en 2024 con respecto a la media de los cinco años anteriores.

De la misma forma que Egipto, el Gobierno de Marruecos viene apostando desde hace años por el desarrollo de la agricultura. El proyecto estrella ha sido, sin duda, el Plan Marruecos Verde, lanzado en 2008, con una duración de 10 años que, en su primera década fue capaz de duplicar el valor añadido aportado por el sector y el valor de las exportaciones agroalimentarias que, en la actualidad, permiten a Marruecos tener una balanza comercial en este sector prácticamente equilibrada, lo que no deja de ser un logro, teniendo en cuenta las limitaciones físicas a las que tiene que hacer frente la agricultura del país.

El Plan Marruecos Verde ha supuesto la inversión de más de 10.000 millones de euros, destinados en su mayor parte a inversiones hidráulicas (desaladoras, interconexiones de cuencas) y de regadío en explotaciones, que supone el 18 % de la superficie agrícola del país, modernizando 84.000 ha, lo que ha permitido incrementar exponencialmente sus producciones de hortalizas, sobre todo, de tomate. El Plan también incluía un cambio en la gobernanza del sector agroalimentario, a través de la creación de organizaciones interprofesionales sectoriales y agencias estatales.

Sin embargo, la sequía a la que se enfrenta Marruecos desde hace ya siete años, la más larga de su historia, ha venido a descoser las costuras del Plan, por promover una fórmula de cultivos muy dependientes de una aportación hídrica que, en muchos casos, ha dejado de llegar o que incluso compite con las necesidades para consumo humano que, en algunos lugares, se cubren con dificultad, creando un clima de rechazo hacia el Plan.

En este contexto nació en 2020 el plan Generation Green 2020-2030, con una duración de 10 años y un presupuesto de 20.000l millones de euros, que se diferencia de su predecesor por su orientación más social y menos productivista, apostando por la sostenibilidad, empleo juvenil, la clase media rural, el cooperativismo y por las inversiones en digitalización.

Argelia, con una SAU similar a la de Marruecos (8,5 millones de hectáreas), pero seis veces más grande en superficie y con una población algo mayor, similar a la española, en lugar grandes planes estatales, ha apostado por facilitar la inversión extranjera, mediante concesiones de tierras a largo plazo para instalar explotaciones agrícolas y ganaderas en su territorio. 

Así, tan solo hace unos meses, la prensa especializada se hacía eco de importantes inversiones de capital privado italiano (Bonifiche Ferraresi, BF) para la producción de carne; y de capital privado catarí (Baladna), con una inversión de 3.500 millones de dólares, para la producción de leche y productos lácteos; en este último caso con la construcción de una mega explotación lechera de 270.000 vacas, sobre una superficie de 117.000 ha en el departamento de Adrar, en donde una empresa turca explota ya una concesión de 4.000 ha. Los medios recogían también las negociaciones de empresas de Omán y Arabia Saudí para operar explotaciones agrícolas en Argelia.

Túnez, con una situación económica mucho más frágil, sin ingresos energéticos como sus vecinos, no ha lanzado programas de la envergadura de Egipto, Argelia o Marruecos, al tiempo que sufre graves dificultades de liquidez, teniendo que acudir a las instituciones financieras internacionales para poder financiar las compras de cereales en los mercados internacionales y poder mantener unos niveles mínimos de stocks que le permitan garantizar un suministro continuado en su mercado. El aceite de oliva continúa siendo su producto estrella, con una producción media en torno a las 200.000 t, de las que exporta aproximadamente el 75 %.

Libia es un caso aparte, dividido en dos facciones que se disputan el control del país, no se puede considerar un Estado funcional.

Aspectos energéticos relacionados con el Norte de África

El Norte de África tiene también para nosotros una faceta particularmente importante que es la energética, vinculada a la producción de fertilizantes. Mientras Egipto ha sido un gran exportador de amoniaco, Argelia y Libia lo son de productos petrolíferos y gas natural; en ambos casos, materias primas imprescindibles para la producción de fertilizantes nitrogenados, sobre cuyos mercados ambos países tienen una capacidad de influencia no menor. Todo ello sin olvidar la fuente de divisas que representan los ingresos energéticos.

Por su parte, Marruecos es el segundo productor y exportador de fertilizantes fosfóricos del mundo, con una empresa, la Office Chérifien des Phosphates (OCP), entre las 10 mayores empresas de fertilizantes del mundo; una suerte de estado dentro del Estado, dada su enorme capacidad económica que se extiende fuera del país, con participaciones en numerosas empresas del ramo, incluidas españolas.

Además, estos países, sobre todo Marruecos, están apostando por el uso masivo de la energía fotovoltaica como fuente de energía para la desalación de agua de mar con fines de consumo humano y agrícola, sobre todo en las zonas de costa, para cultivos en invernadero y para producir hidrógeno verde, a partir del cual fabricantes fertilizantes nitrogenados para su propio consumo interno pero, sobre todo, para exportarlo y completar su portfolio de estos productos.

Las relaciones comerciales con la UE

Las relaciones comerciales agroalimentarias entre la UE y el Norte de África suponen, en valor, el 4,7 % de las exportaciones comunitarias y el 3,8 % de las importaciones. La UE exporta al Norte de África productos alimentarios por valor de 10.732 millones de euros e importa por valor de 6.087 millones, con una balanza comercial agroalimentaria positiva de 4.646 millones (2023).

Nuestros principales capítulos de exportación son los cereales y derivados de cereales (38 %), los productos lácteos (15 %) y los aceites vegetales. En el capítulo de las importaciones desde el Norte de África, el principal son las hortalizas (37 %), seguido de las frutas (31 %) y el aceite de oliva y las aceitunas (12 %).

Egipto, Marruecos, Argelia y Túnez mantienen acuerdos de asociación con la Unión Europea y acuerdos específicos en materia de agricultura, que les permiten dirigir buena parte de su capacidad exportadora a la Unión Europea. Y lo que pueden exportar son, sobre todo, frutas y hortalizas, producidas expresamente para los mercados de exportación. 

De ahí que, desde España, los veamos en muchas ocasiones como amenaza, pues el sector de las frutas y hortalizas es, con diferencia, nuestro sector estrella y es el Mercado Único, con mucha diferencia, nuestro principal destino y en el que confluyen nuestras exportaciones y las suyas.

Epílogo con la vista puesta en África

Los países del Norte de África tienen que hacer frente al dilema de si emplear el escaso potencial agrícola del que disponen para reducir su dependencia alimentaria o para exportar y obtener recursos con los que comprar, entre otras cosas, alimentos. En este dilema entran en juego los problemas ambientales, sobre todo los derivados de la escasez de recursos hídricos.

A nuestros ojos, en la mayoría de las ocasiones, son, sobre todo, competidores en el sector de las frutas y hortalizas. Pero esa es una visión demasiado reducida de una realidad mucho más amplia. Los países del Norte de África crecerán demográficamente y se tendrán que desarrollar económicamente. Y la UE les prestará ayuda. Precisamente, la semana pasada, el 27 de junio, tuvo lugar la 6.ª Reunión de Ministros de Agricultura de la Unión Africana y la Unión Europea, en la sede de FAO en Roma, en el marco de la Asociación África-UE.

Con ocasión de una reunión informal con funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores se nos preguntaba cómo valorábamos una posible adhesión de Ucrania a la Unión Europea. Entonces respondí que, desde la óptica de España, parecía más razonable que fuera Marruecos quien ingresara en la UE. Son nuestros vecinos, están más cerca, nos interesa que prosperen y, en buena medida, ya se benefician ampliamente del acceso al Mercado Único. 

Sé que no es posible, pero me parece una idea razonable. Confieso que extender esta idea al resto del Norte de África se me hace mucho más complicado. 


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