
11 November 2025
Garantizar el abastecimiento de alimentos a precios justos
Asegurar el abastecimiento de alimentos, a unos precios suficientemente remuneradores para los agricultores y asequibles para los consumidores, se presenta como uno de los mayores desafíos para la agricultura europea.
En estas reflexiones, que se han estado desarrollando a lo largo de los dos artículos anteriores sobre cuáles deberían ser las prioridades de la agricultura europea, quisiera abordar un aspecto del que poco hablamos pero que va a estar cada vez más presente en la agenda política y económica en los próximos años.
Me refiero a la creciente escasez de alimentos.
La inflación alimentaria como señal de alerta
Una primera señal de ello es el largo periodo que estamos atravesando con una elevada inflación del precio de los alimentos.
Esta subida se inició con la pandemia del año 2020 y se aceleró a partir del inicio de la invasión de Ucrania por Rusia, a principios de 2022.
El resultado es que el promedio de incremento en la eurozona ha sido del 33 % entre 2019 y 2024, situándose por encima del 50 % en los países bálticos y en el 34 % en España. (Según el artículo publicado en el blog del Banco Central Europeo: “When groceries bite: the role of food prices for inflation in the euro area”).
Evolución del precio de los alimentos por países (2019-2024)

Factores detrás del encarecimiento de los alimentos
Este encarecimiento de los precios ha podido estar provocado por varios factores, entre los que destacaríamos:
- La subida del precio de los insumos
- Incidencias climatológicas adversas como sequías e inundaciones
- Y el aumento global de la demanda
Pero lo más preocupante es que esta situación puede repetirse con mayor frecuencia, con consecuencias muy negativas para la población con menos recursos, que verá cómo el encarecimiento de la cesta de la compra afecta seriamente su capacidad para otros gastos.
Crecimiento de la producción y la demanda mundial
Durante los últimos 60 años, gracias al dinamismo de la agricultura mundial, hemos podido hacer frente al desafío de una demanda creciente de alimentos. Desde 1961, la población se incrementó un 162 %, mientras que la producción de cereales —principal fuente de calorías para la humanidad— lo hizo un 313 %.
Sin embargo, esta mayor velocidad en el aumento de la producción frente a la población se ha ralentizado considerablemente durante las últimas décadas. En los últimos diez años, la producción ha aumentado un 11,2 %, mientras que la población lo ha hecho un 9,6 %.
Si a este escaso margen de crecimiento le añadimos que una parte significativa de la población está aumentando su nivel de renta y, por tanto, su capacidad de compra, llegamos a una situación como la actual, en la que el consumo crece más rápido que la producción.
El déficit cerealista global: una tendencia preocupante
Según las estimaciones del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), hasta la campaña 2016/2017 el superávit cerealista anual era de aproximadamente 50 millones de toneladas.
Sin embargo, a partir de la campaña 2017/2018 el consumo se ha ajustado a la producción, y el balance global de las últimas ocho campañas ha sido de un déficit de 88 millones de toneladas. La última campaña cerrada ha sido la más deficitaria de todas, con 43 millones.
Dadas las tendencias observadas, no parece que la situación vaya a mejorar significativamente en los próximos años.

Estrategias internacionales frente a la inseguridad alimentaria
Ante este contexto, las estrategias de los países con mayor población y capacidad económica son muy variadas, combinando acciones a corto plazo con medidas de largo alcance.
Conscientes de la importancia de asegurar una alimentación asequible, las primeras actuaciones se centran en fortalecer las reservas de cereales básicos, para disponer de un margen de seguridad ante cualquier incidencia adversa.
Por ejemplo:
- China cuenta con 125 millones de toneladas de trigo,
- Estados Unidos, con 23 millones, y
- la Unión Europea, con solo 12 millones.
Estas cantidades representan el 78 %, 61 % y 10 %, respectivamente, del consumo anual de cada uno de estos países. Posiciones relativamente similares la encontramos para otros productos como el maíz, arroz o soja.
A medio plazo, las actuaciones se orientan a incentivar la productividad de las explotaciones existentes, mientras que a largo plazo se promueven inversiones para elevar el potencial productivo de las tierras agrícolas, principalmente mediante el regadío y la investigación en nuevas tecnologías que aumenten la eficiencia vegetal y ganadera.
Europa ante el reto de la dependencia alimentaria
En Europa existe la percepción de que siempre tendremos alimentos suficientes. Esta idea proviene de épocas en las que los excedentes eran comunes y los agricultores se quejaban de precios bajos.
También contribuyen a esta imagen los datos económicos de nuestra balanza comercial agroalimentaria, que en 2024 arrojó un superávit de más de 35.000 millones de euros en intercambios extracomunitarios.
Sin embargo, si el balance se realiza en términos físicos, la dependencia de las compras al exterior es cada vez mayor: en 2024 importamos 25 millones de toneladas más de alimentos de los que exportamos.
En el gráfico se ve claramente como importamos los insumos necesarios para el desarrollo de la producción animal, así como grasas y frutas y hortalizas. Y las mayores exportaciones son de preparados alimenticios, bebidas y cereales.
Recuperar la soberanía alimentaria europea
De cara al futuro, hay dos cuestiones inquietantes:
- La falta de una estrategia clara de apoyo a la producción agraria, que puede acentuar nuestra dependencia exterior.
- El aumento de la demanda global, que tensionará los mercados y mantendrá los precios al alza.
Recuperar la soberanía alimentaria como uno de los objetivos centrales de las políticas comunitarias es esencial para garantizar un modelo alimentario saludable, seguro y asequible.
Lograrlo exigirá medidas a corto, medio y largo plazo, acompañadas de un profundo análisis y consenso entre todos los actores de la cadena agroalimentaria, orientando los recursos hacia objetivos compartidos.
En los próximos artículos analizaremos las medidas que podrían contribuir a mantener nuestra capacidad de producir más de lo que consumimos. Algunas estarán relacionadas con la rentabilidad de las explotaciones, la incorporación de jóvenes, la innovación, la integración de la cadena alimentaria y la bioeconomía circular, entre otros temas.
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