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La huella del invernadero en la economía almeriense

21 July 2025
50 Aniversario
Las Palmerillas 4.0
Artículo perteneciente al libro conmemorativo '50 años transfiriendo conocimiento y tecnología', publicado con motivo del aniversario de la creación de la Estación Experimental Cajamar 'Las Palmerillas'
Almería desde el espacio

21 July 2025

De milagro a revolución

Hace ya más años de lo que me gustaría reconocer, haciendo de negro institucional en la Cámara de Comercio de Almería, y mientras buscaba algo diferente al ya por entonces manido "milagro almeriense", se me ocurrió como alternativa "revolución transparente"

 

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"Revolución transparente” me parecía superior a “milagro” por varias razones. La primera porque el concepto milagro incluye una parte inexplicable y acreedora de una intervención divina, una característica inapreciable en el desarrollo desencadenado por la agricultura de invernadero. La mayor parte del posible misterio se desvelaba pronto: ya que por entonces a la agricultura de invernadero le solíamos llamar “intensiva”, que era una apócope de la más explicativa "agricultura intensiva en mano de obra y capital"

Y esto ya dejaba claro que, sin la intervención del trabajo de miles de agricultores, sus familias y, algo más tarde, de sus trabajadores asalariados, aquel "milagro" no hubiera sucedido nunca. Ni sin la inversión extraordinaria de capital que suponía la construcción de un invernadero y las servidumbres tecnológicas que este traía consigo.

La segunda de las razones era porque la nueva expresión incorporaba la palabra "revolución" que, a mi modo de ver, sí se ajustaba mejor a lo que había sucedido y estaba aún sucediendo en el campo almeriense. No solo se transformaba el paisaje de manera rápida y radical, también lo hacían la economía y la propia estructura de relaciones sociales. El Campo de Dalías que Brenan comparaba con el desierto del Sinaí en su obra Al sur de Granada, se había transformado en muy poco tiempo en un imán demográfico y en un “sistema productivo local”, como lo definiría décadas más tarde Francisco Ferraro.

Además, la segunda palabra, “transparente”, hacía referencia al plástico con el que se cubrían las estructuras. Ciertamente, ahí no estuve demasiado brillante, ya que las láminas plásticas no son exactamente transparentes. Pero no iba a dejar que la realidad me estropeara una bonita metáfora. Además, lo de transparente también podía hacer referencia a la enorme cantidad de información que el sistema productivo generaba y publicaba.

Obviamente, desde la perspectiva agronómica, pero también desde el punto de vista social y económico. En este último aspecto, primero con los informes de campaña de COEXPHAL y, más recientemente, con los elaborados desde el Servicio de Estudios de Cajamar o el Observatorio de Precios de la Junta de Andalucía, que nos permiten disponer de un amplio abanico de datos de diversa índole y que hacen del distrito agroindustrial almeriense —o sistema productivo local— uno de los mejor descritos del mundo.

Y la tercera razón es que era idea mía.

El proceso de surgimiento y expansión de la agricultura protegida en la provincia de Almería se ha descrito en numerosas ocasiones y por diversos autores, y en la mayor parte de las veces se ha hecho con mejor resultado del que yo sería capaz de lograr. 

Sin embargo, hay una cuestión sobre la que me gustaría profundizar aquí. Los datos nos cuentan una historia de crecimiento tendencial de la agricultura invernada y de su sistema productivo auxiliar, si bien con diversas intensidades a lo largo de diferentes etapas. En paralelo, la economía provincial ha sufrido diversos avatares, que han provocado avances y retrocesos en el proceso de convergencia en producción per cápita con la media nacional.

La cuestión es, por tanto, qué papel ha jugado la agricultura en dicho proceso. ¿Ha cambiado dicho papel a lo largo del tiempo tal y como parece? ¿En qué medida y por qué?

Intentaré dilucidar esta cuestión en este artículo. Les invito a realizar conmigo este especial viaje en el tiempo por la economía de la provincia de Almería.

 

La economía de la provincia de Almería

Convergencia de posguerra y primera década perdida

En 1930 Almería era una de las provincias más pobres de España en términos de PIB per cápita (Gráfico 1). La producción de cada almeriense entonces apenas llegaba al 47,9 % de la de un español promedio o, dicho de otra forma, la provincia era menos de la mitad de rica que la media nacional

Tal vez por ello se comportaba como una verdadera bomba de expulsión de migrantes hacia las grandes ciudades del país e Iberoamérica, generando un bache poblacional con respecto a Andalucía y España que aún hoy no se ha podido cerrar, a pesar del impulso diferencial que recibió Almería a partir de los años 70 (Gráfico 2). 

De hecho, entre 1910 y 1930, la provincia perdió población fruto del empobrecimiento sucedido tras el final del ciclo minero del hierro.

 

 

 

Tras la Guerra Civil, la economía de la provincia logró recortar la distancia con la media nacional, alcanzando el 55 % del PIB per cápita en 1940. Durante aquellos años, el vaciamiento demográfico provocado por la guerra y el sangrado de la emigración, así como el destrozo generado por el conflicto en el tejido productivo a escala nacional favoreció el inicio de la convergencia, si bien más por el empeoramiento del conjunto nacional que por una mejora sustancial de la situación en la economía local.

El proceso de convergencia continuó de forma lenta hasta 1960, cuando se logró alcanzar el 61,78 % de la media nacional del PIB per cápita. A este proceso contribuyó de forma decisiva el segundo ciclo exportador de la uva de mesa y el de la naranja, así como las primeras explotaciones hortícolas al aire libre.

La década de los 60 del siglo pasado se tradujo en un parón del proceso de convergencia, ya sin la uva ni la naranja aportando valor, la economía de la provincia comenzó a buscar otros sectores capaces de sostener su crecimiento distintos del agrario, como se puede ver en el Gráfico 3 a través de la pérdida de peso del primario en el conjunto de la producción.

En esta primera década perdida para la convergencia almeriense se produjo un suceso que tendría una enorme importancia a medio plazo y que se trata en otros capítulos de esta obra: la fundación de la Caja Rural Provincial de Almería.

El impulso inicial de la revolución transparente

La producción invernada comenzó a popularizarse a partir de la década de los 70, con un importante hito acelerador. Como se comenta en varias ocasiones a lo largo de este libro, las trágicas riadas del 19 de octubre de 1973 en el Sureste español supusieron la pérdida de la mayoría de las explotaciones hortícolas que se extendían por diversos puntos de la provincia, principalmente en la vega del río Adra y en la comarca del Campo de Dalías, hoy el Poniente. 

Muchos de los damnificados, aprovechando las ayudas distribuidas a través del sistema financiero y con una intervención especialmente intensa de la entonces joven Caja Rural, optaron por mejorar sus explotaciones construyendo invernaderos, entonces poco más que un parral con doble mallado para sujetar el plástico.

El salto inicial en productividad física y de ingresos al pasar de cultivos al aire libre al invernadero fue dramático. Aunque las series históricas disponibles arrancan en 1975, podemos intuir el impacto a través de la fuerte recuperación de la aportación del sector primario a la economía provincial (Gráfico 3), desde el 29 % de 1969 hasta el 33,6 % de 1973 y al 36,4 % de 1977. 

Y esto en un entorno en el que la provincia también comenzaba a abrirse al turismo internacional tras la apertura del aeropuerto y el desarrollo de las primeras urbanizaciones y hoteles de playa.

 


La huella del invernadero y su primer desarrollo, una época que abarca hasta 1992 aproximadamente, se deja notar en multitud de variables, desde el aumento de la producción primaria ya comentada hasta la demografía (Gráfico 2), que comienza a recuperarse en esta década; pasando por la convergencia. 

Particularmente, entre 1970 y 1975 se produce uno de los saltos más importantes en la misma (Gráfico 1), llegando a alcanzar en 1995 el 86,7 % de la media nacional en producto interior per cápita.

No podemos estar completamente seguros de que toda la convergencia producida sea debida a la expansión de la agricultura, aunque tenemos varios indicadores de que, si no todo, una buena parte del proceso está directamente relacionado con la agricultura invernada. 

Uno de los más directos es la coincidencia del crecimiento demográfico precisamente en los municipios que hoy son los que soportan la mayor parte de la superficie invernada. Así, el Gráfico 4 deja claro el diferente comportamiento de la población en las zonas agrarias con respecto a la capital y al resto de municipios de la provincia. 

Otro es la rapidez de los aumentos de producción en toneladas, sobre todo a partir de la década de los 80, sustentados en incrementos continuados de las cifras exportadas (Gráfico 5).

La reducción sostenida del peso del sector agroalimentario en el PIB provincial desde 1979 hasta 1992 parece desdecir el hallazgo, aunque diversas investigaciones calculan los efectos de arrastre que este tipo de agricultura genera sobre otras actividades. Este efecto arrastre estaría justificado por la capacidad de generar diversidad empresarial a su alrededor. 

La agricultura de invernadero precisa para su desarrollo insumos intermedios de la industria metálica (estructuras), del plástico (cajas de campo, cubiertas y abrigos), de los sistemas de riego, la fabricación de sondas y medidores, el control biológico, los fitosanitarios, los abonos, los viveros, las semillas, el software (control, gestión de cultivos y administración), el cartón (envases y embalajes).

Y, aguas abajo, la comercialización de los productos también genera una importante demanda de productos industriales y servicios de toda índole. 

Algunas estimaciones sobre lo que podía significar el conjunto de actividades vinculadas a la agricultura de invernadero llegaron hasta el 40 % —incluso en fechas recientes se ha usado esta cifra para ilustrar algún artículo de prensa—.

La adhesión de España a las Comunidades Europeas en 1986 significó un hito importante, puesto que, a pesar del prolongado período transitorio pactado para las frutas y hortalizas, las producciones almerienses mejoraron poco a poco sus condiciones de acceso al por entonces Mercado Común.

 

La gran expansión del Mercado Único

Precisamente, el siguiente hito relevante es el de la entrada en vigor del Acta Única y la consiguiente eliminación de barreras a las importaciones hortofrutícolas de origen en los mercados europeos. A partir del 1 de enero de 1993 las exportaciones almerienses se expandieron, impulsando el crecimiento de la producción a un ritmo sin precedentes (Gráfico 5). 

Además, en 1995 se incorporaron a la Unión Austria, Finlandia y Suecia, tres mercados de elevado poder adquisitivo y sin apenas producción invernal de hortalizas.

 

 

En esta fase, que podemos alargar hasta el final del siglo XX, se interrumpe la pérdida de peso de la agricultura en el conjunto del PIB (Gráfico 3), lo cual es bastante significativo, dado el impulso que vivió el turismo provincial durante esa misma década.

Nuevamente encontramos en la demografía una clara huella de esta expansión (Gráficos 1, 4 y 6). Durante la década de los 90, la población almeriense creció a un ritmo promedio anual del 1,4 % al tiempo que los de Andalucía y España se situaban en el 05 % y 0,4 %, respectivamente (Gráfico 6).

 


Hacer el seguimiento de la influencia de esta expansión se complica un poco por el cambio de fuente al borde del nuevo siglo. Sin embargo, con la serie de BBVA se alcanza el máximo precisamente en 1995, con un 86,7 %. 

La serie del INE, basada en la Contabilidad Regional de España, arranca en el año 2000 con un PIB per cápita del 95 % de la media nacional, o sea, a punto de converger completamente.

Hay pocas dudas de la influencia del invernadero en el proceso de convergencia desde 1990 hasta finales de la década. Desde ese momento, la historia cambia dramáticamente y Almería inicia una nueva fase de divergencia, que hoy en día parece no haber culminado.

Ladrillos versus tomates

Desde el comienzo del siglo XXI la provincia ha ido agrandando su diferencial de riqueza con respecto a la media nacional; tan solo en 2017 —que no se dibuja en el gráfico— y en 2020 (en medio de unas condiciones absolutamente extraordinarias para todos, a causa de la covid) logró reducirla momentáneamente.

En estos años, como se ve en el Gráfico 5, la producción hortícola siguió creciendo, y también las exportaciones. La población, alimentada ahora por la inmigración extranjera, se expandía incluso a mayor ritmo que en fases anteriores (Gráfico 1). Y, sin embargo, la media española se nos comenzó a alejar. Para entender qué es lo que estaba pasando, tal vez resulte intere- sante diferenciar algunos subperiodos.

El más evidente es el que ocupa la primera década del siglo XXI y que terminó desembocando en la Gran Recesión. Curiosamente, en aquellos años, el crecimiento de la producción hortícola se debió en mayor medida a las mejoras de productividad más que al aumento de la superficie, que permaneció bastante estable. Lo normal hubiera sido que esa mejora productiva se hubiera trasladado al conjunto de la economía y que hubiera contribuido a la convergencia. Pero esto último no pasó.

En aquellos años, la construcción fue ganando tracción hasta convertirse en el principal motor económico de la provincia de Almería, como se ponía de manifiesto en los informes económicos de la provincia que elaboraba el Servicio de Estudios de la Cámara de Comercio.

Almería no era un caso aislado: la construcción residencial se disparaba en toda España a lomos de una demanda inicialmente solvente y numerosa, una reducción histórica de los tipos de interés tras la llegada del euro, el aumento constante de los precios, la explosión del turismo residencial y elevados niveles de endeudamiento. 

Pero en Almería la construcción contaba con dos factores específicos que se sumaron al resto: las obras derivadas de la celebración de los Juegos del Mediterráneo 2005, cuya sede fue la ciudad de Almería, y un sector del mármol que proveía de materia prima al sector y que se disparó con él. 

Estos dos factores amplificaron tanto los efectos del crecimiento como los daños sufridos cuando llegó el final de la fiesta en 2008 —con la caída de Lehman Brothers— y la entrada en una primera recesión de la economía española.

La cuestión es que, durante la fase de expansión, la constante demanda de mano de obra por parte de la construcción y el acelerado incremento tanto de los precios de las viviendas terminadas como de los costes de producción, conllevaron que los crecimientos de PIB se debieran más al aumento de los factores de producción movilizados que a su productividad. De hecho, es durante esa década en la que se produjo el mayor ritmo de crecimiento de la población (Gráfico 6), doblando los de las décadas anteriores y los de los logrados por Andalucía y España.

En paralelo, el sector primario siguió perdiendo relevancia (Gráfico 3), sobre todo entre 2004 y 2006, aunque en esta ocasión se debió al empoderamiento del resto de sectores, particularmente de la construcción. 

Porque, a pesar del mencionado aumento continuado de la producción hortícola, lo cierto es que, en términos reales, la rentabilidad por hectárea estuvo cayendo toda la década y un poco más allá (Gráfico 8). 

En otras palabras, el invernadero había pasado a representar un papel secundario por el auge de construcción, mármol y turismo, al tiempo que perdía rentabilidad. Y el fuerte crecimiento de la población hizo el resto, agrandando la brecha del PIB per cápita provincial con respecto a la media nacional.

Se ha mencionado en ocasiones que el relativo decaimiento de la agricultura intensiva estuvo relacionado también con un cierto “efecto desvío” de recursos hacia la construcción, en la que se obtenían mayores rendimientos. Así, una parte importante del capital financiero y humano que, de otra forma, habría recalado en la agricultura, terminó engrasando las correas de transmisión de la construcción. Incluso se detuvo el aumento de la superficie invernada.

El salvavidas de hielo

El segundo período de divergencia de rentas abarca desde el estallido de la crisis financiera hasta el momento actual. La crisis en Almería resultó demoledora. La tasa de paro, que hasta el mismo estallido de la burbuja se había mantenido oscilando en torno a la media nacional, se disparó hasta el 34,9 % en el tercer trimestre de 2011; la más elevada de entre las provincias españolas, además.

La recesión estaba cebándose con la provincia con algo más de la intensidad que en otras zonas, ya que aquí el sector del mármol se vio arrastrado en la caída de la construcción. 

En este trágico momento, el sector hortofrutícola retomó el protagonismo. Podemos verlo en el ligero aumento del peso de la producción primaria en el PIB (Gráfico 3), en la vuelta al crecimiento en la superficie de cultivo (Gráfico 7) o incluso en la recuperación —suave, pero recuperación, al fin y al cabo— del ingreso real por hectárea (Gráfico 8). 

Por desgracia —de ahí el título del epígrafe, tomado de una canción de Jorge Drexler—, la “resurrección” del sector no llegó a alcanzar para revertir el proceso de divergencia (Gráfico 1); si acaso, para ralentizarlo.

 

 

 

¿Por qué la sombra del invernadero ya no se proyecta tanto sobre la economía almeriense? La primera razón es la pérdida de peso en la estructura productiva. Los servicios han seguido aumentando su contribución a lo largo de los años reduciendo el del resto de sectores. 

Por otra parte, si bien la capacidad de general diversidad empresarial a su alrededor no se ha esfumado, la propia rentabilidad de la agricultura se ha reducido, empujando hacia el aumento de la superficie media que se ve en los censos agrarios.

Adicionalmente, en los últimos años se han producido una sucesión de acontecimientos —desde 2020— que han trastocado a la mayor parte de las economías, incluida la almeriense. Primero, la paralización de casi todo lo que no fuera sector agroalimentario y distribución, luego el shock inflacionario, las guerras de Ucrania y Gaza, y actualmente el desorden internacional propiciado por el ascenso al poder de gobiernos de corte populista en muchos países y, especialmente, en Estados Unidos, con una agenda claramente rupturista con respecto al orden internacional posterior a la guerra fría.

Conclusiones

La huella del invernadero en Almería va mucho más allá de su influencia en el paisaje o de su presencia llamativa en Google Maps. Durante sus primeras décadas de desarrollo propició un dinamismo tal que permitió acelerar el proceso de convergencia en términos de PIB per cápita hasta casi alcanzar a la media nacional en torno al año 2000. 

Ciertamente, se produjeron algunos otros fenómenos que no se han tratado en este artículo, pero de similar importancia, como la concentración acelerada de población en la franja litoral —se puede intuir en el Gráfico 4—, la distribución de las ganancias de renta de forma más uniforme que en otros territorios gracias a la pequeña dimensión de las parcelas y al gran número de familias agricultores, o la presión ejercida sobre los acuíferos.

A medida que nos adentrábamos en el siglo XXI, el sector fue perdiendo su capacidad motriz para dejarla en manos de la construcción. En el mismo período, el fenómeno migratorio provocó un aumento de la población a un ritmo sin precedentes, que contribuyó a diluir los aumentos de PIB sin mejoras de la productividad. 

La crisis financiera de 2008 y las recesiones posteriores reequilibraron la estructura productiva de la provincia, pero el ecosistema del invernadero ya no fue capaz de arrastrar al conjunto de la economía al sendero de la convergencia. 

Hoy Almería mantiene un gap de PIB per cápita con respecto a la media nacional de aproximadamente un 25 %, lo que nos retrotrae hasta el inicio de la década de los 90, treinta años atrás.

La actual situación no parece proclive para que se vuelva a generar un proceso como el de los años 70 en adelante, porque las mejoras de productividad física en nuestra agricultura parecen estar llegando a su tope con el actual paquete tecnológico (Gráfico 7) y porque la economía está hoy más diversificada que entonces. 

Pero no hay que descartar que pueda contribuir a un nuevo proceso de convergencia en la medida de sus actuales capacidades. Tal vez la gasolina del proceso no surja ya de dentro del invernadero, pero sí que podría hacerlo desde alguno de los subsectores de su amplio clúster de actividades inducidas.


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