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La Caja Rural y la creación de la Estación Experimental 'Las Palmerillas'

04 September 2025
50 Aniversario
Las Palmerillas 4.0
Artículo perteneciente al libro conmemorativo '50 años transfiriendo conocimiento y tecnología', publicado con motivo del aniversario de la creación de la Estación Experimental Cajamar 'Las Palmerillas'
Primera Oficina Caja Rural Almería
  • Manuel Gutiérrez Navas
    Periodista e historiador

04 September 2025

El convencimiento de que el futuro de Almería pasaba por la agricultura de invernadero comenzaba a expandirse por el litoral llevó a la Caja Rural a poner en marcha en 1975 un modelo propio de experimentación y transferencia de conocimiento, con el objetivo de fomentar la cultura de la innovación y minimizar los riesgos que debían asumir los agricultores en la implantación de los nuevos cultivos. 

Constituida en 1963 por iniciativa de 29 cooperativas del campo, la Caja Rural de Almería inició su actividad propiamente dicha tres años más tarde, en 1966, con la apertura de su primera oficina en la ciudad de Almería y la concesión de sus primeros créditos para financiar proyectos, inversiones y necesidades de circulante de las cooperativas agrícolas asociadas a la Unión Territorial de Cooperativas del Campo (UTECO) y a la propia entidad.

 

Primera oficina de la Caja Rural Provincial de Almería
Inauguración de la primera oficina de la Caja Rural Provincial de Almería en abril de 1966.

 

En octubre de 1968 obtuvo el certificado de “Caja Calificada” por el Ministerio de Hacienda. Y cuatro  meses  después, en enero de 1969, comenzó a abrir sus primeras delegaciones o sucursales en diferentes poblaciones de la provincia, con lo que, al cierre del ejercicio 1973, ya contaba con 53 oficinas y 95 empleados.

 

Banner - Libro Conmemorativo del 50 Aniversario de Las Palmerillas

Las inundaciones de 1973 y la respuesta a la catástrofe

La Caja Rural Provincial había medido sus primeros pasos con mucha prudencia, pero con un convencimiento y compromiso firme y con un propósito claro sobre el papel que debía desempeñar al servicio del campo almeriense. 

De ahí que, cuando el 19 de octubre de 1973 se produjeron las lluvias torrenciales que asolaron, principalmente, las poblaciones y cultivos situados junto en las márgenes de los ríos Almanzora y Adra, la gran labor desplegada por la Caja Rural atendiendo a los damnificados, anticipando ayudas, facilitando créditos blandos con sus recursos propios y con fondos de otras cajas rurales, al tiempo que canalizando el acceso al crédito oficial concedido por el Estado a través del Banco de Crédito Agrícola, evidenció el alcance de su capacidad de actuación, sobrepasando en mucho a los demás bancos y cajas de ahorros que operaban en la provincia. 

Y con ello se ganó definitivamente el respeto y la confianza no solo de sus socios y clientes, sino de la sociedad almeriense en general.

 

Inundaciones 1979 en Almería
El río Almanzora a su paso por Cantoria en octubre de 1979.

 

Las ayudas del Estado que se concedieron por las riadas e inundaciones de 1973 para renovar las explotaciones agrícolas del interior de la provincia, tradicionalmente dedicadas a parrales de uva y naranjos, contribuyeron también a extender los cultivos hortícolas en enarenado e invernadero en las zonas de litoral, a las que acudieron centenares de familias que tras la catastrófica gota fría dejaron atrás sus pueblos de origen para iniciar una nueva vida en las tierras del “milagro almeriense” de las que tanto se hablaba.

Un proceso de transformación económica y social en el que jugó un papel fundamental la Caja Rural Provincial de Almería, que anticipó ayudas, otorgó créditos e intermedió para facilitar el acceso al crédito oficial

Como resultado de la gran actividad financiera realizada —más de 8.200 préstamos concedidos por importe de 2.000 millones de pesetas—, el remanente líquido obtenido al cierre del ejercicio 1974 sobrepasó los 21,3 millones de pesetas. Un resultado económico por primera vez considerable, que llevó al Consejo Rector, presidido por Jesús Espinosa Godoy y con Juan del Águila Molina como secretario y director gerente, a plantearse la cuestión de cómo abordar el retorno cooperativo de aquel beneficio en la Asamblea General que se celebró el 20 de marzo de 1975.

El Servicio de Estudios y Promoción Agropecuaria

Unos meses antes, el 30 de octubre de 1974, el Consejo Rector había resuelto crear un Servicio de Estudios y Promoción Agropecuaria al que se destinaron de inicio 5 millones de pesetas, cuya actuación se decidió llevar a través de la UTECO, la cooperativa provincial de segundo grado, la cooperativa provincial Copavigán "y cualquier otra que ofrezca garantías de eficacia y pueda promocionar la agricultura asociativa, sus industrias derivadas y, en general el fomento de la riqueza agropecuaria, su comercialización e industrialización".

Para el estudio y planteamiento de estas actividades se contó con los servicios del economista Ángel Lirola Juárez, que en diciembre de 1974 fue dado de alta en la cooperativa Copavigán y en abril de 1976 se incorporó ya a la plantilla de la Caja Rural. Y pocas semanas después, del ingeniero agrónomo Nicolás Castilla Prados, y del perito agrícola Francisco Bretones Castillo, que a comienzos de1975 fueron incorporados de entrada a la UTECO y a partir de 1978 a la plantilla de la Caja Rural.

Durante aquellos primeros años, gran parte de los profesionales seleccionados para trabajar en la cooperativa de crédito pasaron primero por la UTECO, donde debían adquirir experiencia profesional, especialización agraria y, sobre todo, impregnarse de los valores y actitudes propias de la causa cooperativa. Por esta razón, el personal elegido para formar el Servicio de Estudios sería dado de alta en 1975 de entrada en la plantilla de la UTECO, y no fue hasta casi tres años más tarde cuando pasaron a la Caja Rural.

 

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Tres fincas especializadas

En el mes de marzo de 1975, antes de fijar el plan de trabajo y las actuaciones a emprender en su primer año de actividad, Nicolás Castilla Prados, que poco después sería nombrado jefe del Servicio de Estudios y Promoción Agropecuaria, realizó un viaje de trabajo a Jaén, Madrid, Zaragoza, Talavera de la Reina, Salamanca y Ciudad Real a fin de conocer y estudiar “las realizaciones efectuadas en régimen cooperativo en estas provincias”.

A la vuelta de aquel viaje, y una vez definidos los proyectos a realizar, el director de la Caja Rural, Juan del Águila, expuso al Consejo Rector, en la reunión celebrada el 24 de abril, la conveniencia de contar con una finca experimental para invernaderos y otros cultivos extra tempranos, y anunció que ya se tenía vista una parcela en la zona de El Ejido. Así fue como, un mes más tarde, el 20 de mayo, se concertó la operación de compra de una primera parcela de casi 6 hectáreas, origen de la actual Estación Experimental Cajamar ‘Las Palmerillas’, como veremos con detalle más adelante.

Asimismo, se facultó al presidente y al director gerente para la adquisición de otra parcela en la zona de Huércal Overa para la experimentación de árboles frutales principalmente, operación que se llevaría a cabo pocos días después, en el mes de junio, con la compra de una finca de algo más de cuatro hectáreas ubicada en la zona de ‘El Saltador’

Una finca dedicada a la plantación y cultivo de variedades de almendros, melocotón de carne dura y blanda, nectarina y ciruelo al objeto de estudiar la viabilidad de ampliar la composición varietal de estos frutales con el propósito de conseguir su máximo aprovechamiento en una zona con recursos limitados y explotaciones tradicionales de muy pocas variedades, con los problemas y riesgos que eso implicaba para su producción y comercialización. 

Actuación para la que sería contratado el asesoramiento del perito agrónomo José Gallego Rodríguez, residente en Huércal Overa, por ser mejor conocedor del terreno y sus cultivos.

La puesta en marcha de estas tres fincas de carácter experimental constituye el objeto principal del primer proyecto de actuación del Servicio de Estudios y Promoción Agropecuaria, promovido por la Caja Rural a través de la UTECO, con el deseo de ofrecer soluciones sobre el abanico de posibilidades que la orientación de una explotación agraria requiere

Para completar el proyecto inicial del Servicio de Estudios y Promoción Agropecuaria (a su vez, Servicio Técnico) en beneficio del agro almeriense y mejorar su nivel de tecnificación, el Consejo Rector, en su reunión de 24 de julio, acordó también la compra de una tercera finca en la zona productora de naranjas y limones de Almería, que estuviera localizada en Gádor, Pechina, Rioja, Benahadux, Huércal de Almería o Viator, con la finalidad de implantar un campo de ensayo de variedades de injertos que fueran tolerantes al virus de la “tristeza”, que amenazaba la pervivencia de estos cultivos.

Esta operación se materializó al mes siguiente con la compra, por 3 millones de pesetas, de la finca ‘El Duende’, de 3 hectáreas aproximadamente, situada a ambos lados de la carretera de Rioja a Pechina.

En palabras de entonces, de cooperar a la mejora de la tecnificación” de las empresas cooperativas y de los productores. O como decimos hoy, para “contribuir a la innovación, a la transferencia de conocimiento y a la incorporación de nuevas tecnologías a los agentes del sector agroalimentario.

Las Palmerillas

Como ya hemos referido, la finca destinada a la experimentación de productos hortícolas de primor fue comprada el 20 de mayo de 1975 a Miguel Sánchez Prados, acordándose con el vendedor un precio especial de 150.000 pesetas la hectárea, atendiendo a la finalidad a la que iba a ser dedicada. Ubicada en el paraje de San Nicolás, perteneciente entonces al municipio de Dalías (hoy de El Ejido), se encontraba al norte de la carretera nacional 340 en dirección a Málaga. 

Y como quiera que para acceder a su emplazamiento había que salir de la carretera en el kilómetro 90 y tomar un camino en dirección norte, para facilitar su localización a los visitantes, puesto que en el punto de confluencia de la carretera nacional con el inicio del camino vecinal había tres palmeras datileras de unos 3 o 4 metros de altura, decidió darse esta referencia como la mejor indicación para que no hubiera posibilidad de equivocación sobre la vía que debía seguirse para acceder a la finca experimental de la Caja Rural. 

De ahí que, con el paso del tiempo, fuera esta indicación la que terminó dando nombre a la hoy Estación Experimental Cajamar ‘Las Palmerillas’, como actualmente es conocida a nivel nacional e internacional.

 

Terrenos sobre los que se levantó Las Palmerillas en 1975
Terrenos sobre los que se levantó la actual Estación Experimental Cajamar.

 

Los trabajos de limpieza y preparación de las tierras para su transformación y puesta en riego se iniciaron el mes de julio, por lo que en la reunión del Consejo Rector de ese mismo mes se acordó concertar una póliza de seguro para proteger y garantizar las coberturas adecuadas a las personas que allí trabajan y al encargado de la finca; decisión que más adelante se hizo extensiva a los trabajadores de las fincas de Rioja y Huércal Overa. 

Asimismo, se facultó al ingeniero agrónomo Nicolás Castilla y al perito agrónomo Francisco Bretones para contratar los servicios y productos necesarios con destino a estas parcelas, así como para ordenar y autorizar los pagos relativos a las instalaciones a realizar con la finalidad de no demorar su gestión y tramitación.

En este sentido, entre las primeras decisiones adoptadas, para una primera fase consta el montaje de algo más de 13.000 m2 de invernadero, de tubo y de palos, junto a una balsa, un almacén y los demás elementos necesarios para su adecuado funcionamiento; todo ello conforme al informe elaborado por el ingeniero agrónomo y el perito agrícola.

Los primeros ensayos

La plantación del primer ensayo se hizo el día 4 de noviembre de 1975 sobre una superficie de 4.000 metros cuadrados en enarenado al aire libre, al objeto de comparar diferentes variedades de berenjena para conocer su comportamiento productivo, precocidad, calidad del fruto y rendimiento económico. Y una vez terminada la estructura de los dos tipos de abrigos, de tubo y de palos, el 21 de diciembre se cubrieron de polietileno térmico y quedaron ya preparados para el cultivo sobre una superficie total de 10.000 metros cuadrados. 

Con lo que la primera siembra en invernadero se realizó el 5 de enero de 1976, en los abrigos 1 al 6, con 10 variedades de calabacín, cuya recolección comenzó el 16 de marzo y finalizó el 3 de junio, después de llevarse a cabo un total de 27 cogidas.

 

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A la vista de los resultados obtenidos con este primer ensayo de calabacín y del desarrollo de los demás cultivos ya sembrados o plantados, tanto al aire libre como en invernadero, con 150 variedades de tomate, pimientos, judías, pepinos, melones y sandías, al día siguiente de haber recibido en la finca experimental la visita del ministro de Agricultura del Gobierno de España, Virgilio Oñate Gil, el Consejo Rector acordó, en su reunión del día 11 de mayo, la compra de una finca colindante que permitió ampliar de 6 a 14 hectáreas la superficie de la finca experimental Las Palmerillas.

 

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No fue esta la única adquisición realizada en 1976, ya que el 14 de julio se acordó la compra de otra finca rústica, esta vez en el término de La Mojonera, en el paraje de La Cañada del Puerco, una de las zonas más frías del Poniente almeriense, que es precisamente lo que pretendía estudiarse. 

Recibió el nombre de ‘La Molinilla’ y fue sembrada por primera vez el 28 de enero de 1977 siendo destinada a un cultivo de judía de mata baja variedad Kora del que se efectuaron 5 recogidas entre los días 12 de abril y 17 de mayo.

Así las cosas, en la campaña 1976-1977, en los invernaderos de Las Palmerillas y La Molinilla se experimentaron cultivos y rendimientos con diferentes tipos y componentes de polietileno en las cubiertas. 

Así, en Las Palmerillas, en los abrigos 1 al 6 se ensayó un cultivo de pimiento que fue plantado el 4 de octubre y del que se realizaron 10 cogidas hasta el 4 de julio, y un cultivo de judía de enrame sembrado el 1 de febrero y del que se realizaron 6 cogidas, la última el 25 de mayo; en los abrigos 14 al 16 (quedando el 13 y el 17 de guardas) un cultivo de tomate plantado el 26 de noviembre y del que se obtuvieron 38 cogidas hasta el 4 de agosto; y otro de berenjena plantado también el 26 de noviembre cuya recolección comenzó el 18 de marzo y finalizó el 15 de julio tras 16 recogidas. 

Al tiempo que, en La Molinilla, en los invernaderos 1 al 4, su primer ensayo se dedicó a judía de mata baja que fue sembrada el 28 de enero de 1977 y del que se obtuvieron 5 recolecciones hasta el 17 de mayo, con un excelente resultado.

La transferencia de los primeros resultados

Aquellos primeros ensayos entre enero y junio de 1976 y los ya realizados en la campaña 1976-1977 dieron lugar, asimismo, a las dos primeras publicaciones suscritas por técnicos de la Estación Experimental ‘Las Palmerillas’, entre los que, a principios de septiembre, comenzó a colaborar también el perito agrícola Miguel Jiménez González, que acaba de incorporarse a la UTECO para su Servicio de Suministros y que, al igual que José Gallego Rodríguez, pasaría a formar parte de la plantilla de la Caja Rural con fecha 1 de enero de 1978.

La revista agropecuaria Agricultura (número 537, enero de 1977), decana de la prensa especializada en España, incluyó un artículo de Nicolas Castilla Prados y Francisco Bretones Castillo titulado “Empleo de fitohormonas en tomates de invernadero”, que contó también con la participación y autoría del ingeniero agrónomo Rafael Moro Serrano.

 

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Un documento en el que, tras destacar la importancia que había adquirido en el Sureste español, y especialmente en la provincia de Almería, la producción de tomate en invernadero en épocas en que no es posible su cultivo al aire libre, se analiza y estudia cómo repercute la introducción de nuevas semillas y la proliferación de sustancias fitohormonales para el cuajado de las flores del tomate y el consiguiente aumento de la producción; así como se identifican los tratamientos más adecuados para obtener una mejor la calidad, traducida en una mayor compacidad, menores deformaciones y concentración de tamaños más comerciales. 

Un tema este de gran actualidad en aquellos años y más aún tras la llamada “guerra del tomate” del año 1975 dirigida contra la agricultura intensiva almeriense.

Un año después, la misma Agricultura (número 554, junio de 1978) publicó un segundo artículo suscrito por Nicolás Castilla y Francisco Bretones, esta vez con la colaboración de Gracián Jorge Tapia, ingeniero técnico químico de asistencia técnica y desarrollo de la empresa de fabricación de plásticos Alcudia, integrada en el grupo de sociedades públicas del Instituto Nacional de Hidrocarburos (INH).

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Un texto que daba cuenta de las pruebas realizadas para probar y testar diferentes tipos y componentes de polietileno térmico de baja densidad para obtener compuestos que ofrecieran mayor duración (dos campañas como objetivo inmediato) al tiempo que limitasen los peligros de la inversión térmica nocturna en los invernaderos. 

Asimismo, incidía en que los nuevos materiales plásticos debían tener efectos “antivaho”, de modo que redujesen el “goteo” que se produce al condensarse el vapor de agua sobre la película plástica y la posterior caída sobre las plantas, que daba origen a frecuentes ataques de enfermedades criptogámicas.

 

Las Palmerillas: 50 años de innovación abierta

Juan del Águila Molina (1930-2018): la semilla del inconformismo

Fundador de la Caja Rural Provincial de Almería, hoy Cajamar Caja Rural, está considerado como la personalidad más influyente del siglo XX en Almería por su papel en la consolidación del modelo agrícola que actúa como motor de la economía provincial.

 

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Juan del Águila Molina.

 

Desde los años 50 defendió incansablemente la cooperación entre los agentes económicos locales como mecanismo de competitividad y la aplicación del conocimiento a la economía real a través de la innovación. Una mentalidad emprendedora que contrastaba enormemente con la parálisis anterior de un territorio históricamente aislado, con severas limitaciones hídricas y una escasa tradición asociativa.

El entusiasmo, la capacidad de anticipación y organización y la visión de futuro de Juan del Águila lo llevaron a fomentar la creación y el fortalecimiento de decenas de empresas cooperativas. A través de ellas, miles de pequeños agricultores y ganaderos pudieron modernizar sus explotaciones y acceder a una demanda en expansión

En este contexto, y para superar las dificultades de acceso al crédito de un sector en acelerada transformación, pero casi ajeno al sistema bancario, supo reunir las voluntades y las colaboraciones necesarias para la creación en 1963 de la Caja Rural Provincial de Almería.

El progreso social de su tierra y la disponibilidad de agua para riego siempre fueron las grandes obsesiones de Juan del Águila, quien durante casi 60 años desarrolló una intensa carrera profesional vinculada al cooperativismo de crédito y agroalimentario

Juan del Águila ejerció sucesivamente como secretario del Consejo Rector, director general y presidente de una entidad que alcanzó el liderazgo del sector de las cajas rurales españolas en apenas 20 años de la mano del éxito de un modelo de agricultura familiar altamente tecnificado, rentable y eficiente. 

Fuera de Almería, siempre se mostró partidario de acometer procesos de concentración en un sector tan atomizado como el de las cajas rurales. 

Así, en 1989 lideró la creación del Banco Cooperativo Español, del que también fue presidente, así como vicepresidente de la Confederación Internacional del Crédito Agrícola. 

Algo más tarde, en 2000, propició la fusión de las cajas rurales de Almería y de Málaga que dio lugar a la actual Cajamar, en una operación pionera en el sector. Hoy, el Grupo Cooperativo Cajamar, formado por 19 entidades con presencia en toda España, es la referencia de la banca cooperativa en nuestro país.

Como siempre le gustaba remarcar en sus intervenciones públicas, la misión de nuestra Caja Rural es procurar el interés colectivo del territorio, tanto en el desempeño de su actividad financiera como en su labor de fomento del conocimiento y la cultura. 

Tras dejar la presidencia de la entidad en 2006, Juan del Águila dedicó los años finales de su vida a la Fundación Cajamar y su Estación Experimental, donde volcó toda su ilusión en la búsqueda de nuevos cultivos, la mejora del regadío en espacios áridos, la difusión de prácticas sostenibles y la formación de jóvenes profesionales.
 

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